miércoles, junio 21, 2006

A LA LLUVIA

El poeta es un cazador de metáforas
Día gris

Los días me gustan así
grises lluviosos
parece que ese manto gris
detiene un poco las cosas.

Su color tranquiliza mi espíritu,
lo quemante del sol desaparece
y lo remplaza la frescura que necesita mi cuerpo
 para sentir paz.

Me encanta sobre todo controlar mi temperatura,
saber que esa frescura me pertenece
esto me alivia en un día así
puedo mirar como pasa el tiempo lentamente .

Es inevitable
un día así se borra,
se termina,
queda en mis recuerdos.

Pero se que con el mismo paso del tiempo
otro día así llegará
y esa espera por un día lluvioso y gris
me hará desearlo más.

Gotas y pasos

Gota a gota mi paso se hace largo
el cielo gris me regala sus lágrimas
y mis ojos se ciegan con esas gotas necias
que suavemente humedecen mi rostro.
 
Mi boca bebe su sabor a nada
quiero seguir bebiendo
del viento su llanto,
del cielo el líquido,
del cielo esa sangre que generoso me regala.
 
Sangre que mana y pinta negros huecos;
crea pequeños mares, ríos y cascadas
en la banqueta, en el pavimento,
en el claro del césped.
 
Y las gotas y los pasos no terminan,
si tuviera que caminar más
no me importaría que fuera
debajo de estas gotas que las nubes me regalan.
 
Del gris del cielo
de sus diferentes tonos
se dibuja mi aliento
que escapa para formar mil figuras.
 
Los rostros húmedos van y vienen
un pequeño cuerpo se adivina detrás de la humedad
pide sediento más sangre del cielo
gotas de savia de las alturas.


Tarde parda


Pasto dorado en una tarde parda,
el vuelo de las aves que huyen,
el olor de la tierra mojada
penetrando en mi conciencia.
 
Miraba mis pies llenos de lodo
de aquel lejano verano,
gozaba sin pensar mi libertad
en aquel ambiente húmedo
que me dejó la lluvia.
 
Sentado mirando a las golondrinas
arremolinarse en el aire
en busca de su vida,
su silueta una saeta, una nube.
 
El aleteo de una tórtola
que ya no quiere salir del árbol
porque siente que el frío la mata,
porque siente que ya es hora.
 
Y a lo lejos me llaman
correr, correr; ya es hora
el viento sopla
y el árbol deja caer
cristales helados en mi espalda.
 
Me voy, queda mucho tiempo
es verano, y mañana
quiero otra tarde parda
otra tarde con olor a tierra mojada.


Camino gris

He salido del túnel para caminar,
gotas saladas manan de mi cuerpo,
el aire frío limpia mi rostro
y las gotas besan mis mejillas.

La luz del sol no existe,
en mi cielo gris se adivina el agua
vida lo verde se hace opaco,
y vivo de suspiros que escapan de mi a cada paso.

Todo parece que se termina,
todo es como una última tarde
mientras mis pasos lentos, seguros siguen de frente
a pesar de que todo comienza a hundirse.

Cada gota se une a la calle,
al árbol, a mi cuerpo y comienzo a danzar en el fango
en medio de esta lluvia que me transforma en algo borroso
que intenta hundirme pero no puede.

Somos de este mundo ¿de donde más?
aunque nos coma la tierra hecha lodo
aquí nos quedamos
no podemos marcharnos a otro lugar,

Y así entre estas gotas que intentan hundirme
y que me hacen bailar y verme como un figura borrosa avanzo,
respiro y veo mi cielo gris lleno de agua vida
que bebo con mi boca sedienta de esa substancia gris.


Recuento

Es el recuento de los días,
esos días fríos y grises
de calles profundas y desoladas,
obscurecidas aun más por el verde de los árboles.

Calles que nos llevan a todos lados
que se extienden como un gigantesco laberinto
jungla sintética, fría y nebulosa
de la que sólo emanan olores y ruidos extraños.

Miradas perdidas en estas avenidas de la soledad
que a veces chocan con luces fugaces,
estampas impalpables y distantes
que se hacen más pequeñas hasta desaparecer.

Formas que emergen y se rinden una y otra vez
después de su descanso
al ser vistas de nuevo con estos ojos de ciego
en este recuento de esos días fríos y grises.

Sin título

Una y otra vez el delirio de mil gotas de agua
que se desprenden de las alturas
buscando el suelo
para formar pequeños mares ríos y lagos diminutos.

Convirtiéndose tal vez en trampas,
que nos hacen presa,
o tal vez en oasis que calman nuestra sed
de bebedores compulsivos de nostalgia.

Y si no nos atrapan esos mares, ríos y lagos
nos encontramos prisionero
entre los barrotes acuosos que a nuestro alrededor forma la lluvia
que se prolonga por mil momentos.

Y somos prisioneros de la brisa,
espíritu de la lluvia,
que forma una pared más densa
que nos envuelve y moja igual.

¿Te importa?,no lo creo
pues delirantes por el placer caminamos juntos
disfrutando de esta cárcel de agua
de esta lluvia que nos aleja de todo.

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