domingo, diciembre 31, 2006

ESTAS GOTAS

Recibe estas gotas de cariño
recíbelas como una caricia a tu corazón
deja que lo cubran lentamente
deja que lo llenen de paz

Estas gotas que derraman mis ojos
son niña mía,
por que te digo adios;
deja que bajen lentamente

Deja que te ayuden a sentirte tranquila,
que llenen tu interior
quiero que sepas que
aunque estes lejos
no estarás sola,
te llevas la esencia de mi amor

Recibe estas gotas de cariño
recíbelas como una caricia a tu carazón
deja que lo cubran lentamente
deja que lo llenen de paz.

sábado, diciembre 30, 2006

ME DUELE TANTO

Me duele tanto no escuchar
el eco de mis pasos en los tuyos,
me duele tanto no escuchar
el eco de tus pasos junto a mí.
 
Me duele tanto encontrarme
en mi casa vacía
acompañado sólo de mis sombras
acompañado sólo del silencio.
 
Solamente mis movimientos
le dan sonoridad a esta casa vacía
ni el murmullo de tu fantasma
ni los ecos de tu aliento
mientras duermes.
 
Solo, sin el eco de tus pasos
me dirijo otra vez
a mi oscura cueva
para llorar tus ausencias.

 


jueves, noviembre 09, 2006

NUESTRA SOLEDAD

En la soledad se perfecciona el alma
lo mismo que en el silencio
esas calles solitarias son compañía.
 
Esos ríos y esas olas de concreto
marcan mi camino
me hacen sombra y me acompañan,
entre ellos deambulo solitario.
 
Sintiendo que me pertenezco,
sintiendo que tu desde esa lejanía
me llevas en tu memoria
como un necio pasajero.
 
Con el que a veces te permites volar
como el cóndor y el águila
dueños de sus valles y sus montañas
volando en ese espacio virtual
que nos acerca a pesar la lejanía.
 
Somos almas que tienden a la perfección
porque estamos solitarios,
somos entes que hablan en el silencio
pero que se escuchan
porque somos sinceros.
 
Y en esas calles de olas
y ríos de concreto deambulamos
platicando nuestras ausencias
que en un ratito se encuentran
para compartir cosas comunes
 
En la soledad,
en el silencio
y en esas calles
que a diario nos acompañan.


9 de Noviembre de 2006

lunes, octubre 23, 2006

NUNCA VEAS A UNA PUTA CON LUZ DE DIA

"Nunca veas a una puta con luz de día, es como mirar una película con la luz encendida. Como el cabaret a las diez de la mañana, con los rayos de sol atravesando el polvo que se levanta cuando barres. Como descubrir que ese poema que te hizo llorar a la noche, al día siguiente apenas te interesa. Es como sería este puto mundo si hubiera que soportar las cosas tal y como son. Como descubrir al actor que viste haciendo Hamlet en la cola del pan. Como el vacío cuando te pagan y no sentís ni siquiera un poquito. Como la tristeza cuando te pagan y sentiste por lo menos un poquito. Como abrir un cajón y descubrir una foto de cuando la puta tenía nueve años. Como dejarte venir conmigo sabiendo que cuando se acabe la magia vas a estar con una mujer como yo, en Montevideo" Fragmento de la película El lado oscuro del corazón (1992). Dirección: Eliseo Subiela ... Darío Grandinetti y Sandra Ballesteros Guión: Eliseo Subiela según poemas de Mario Benedetti, Oliverio Girondo y Juan Gelman

miércoles, agosto 02, 2006

LOS GATOS Y TÚ (Dos en una tarde)

Con tu espíritu de felino llegas
pasos largos
de hermosa plasticidad.
 
Solitaria llegas
y si lo deseas
simplemente te vas.
 
Tu mirada felina,
tus pasos silenciosos
cuando veo que te alejas de mí.
 
A tu espíritu felino
no le importa que deja atrás
 
Los gatos y tú siempre se van
caminando seguros, sin miedo a caerse;
arañan sin remordimiento
y juegan después de matar.
 
Los gatos y tú siempre se van
sin mirar atrás.


Alguien llora
 
Si ves a alguien
derramar una lágrima,
míralo a los ojos,
toma su mano
 
Dile que todo está bien
acercalo a tu pecho
y acaricia sus brazos,
sus hombros y su espalda
 
Abrázalo fuerte,
guarda silencio....
no es necesario decir más.


martes, julio 18, 2006

DESDE MI VENTANA

Intenta no mojarte
ve como cae el agua,
cómo corre en la calle,
cómo intenta escapar la gente de ella
sin conseguirlo.
Cómo se enojan por quedar como sopa
y como buscan un lugar para taparse
un techito, una lonita, un puesto de periódicos
sin conseguir escapar de las gotas de la lluvia.
Ve cómo se deslizan las gotas por mi ventana
como chocan entre sí
y se convierten en una para poder llegar más rápido
a su destino,
al final del camino...
que parece ser el suelo.
Pero no, su recorrido es eterno
porque del suelo viajan a las alturas en forma de vapor;
sí, es infinito
como el vapor que sale de tu cuerpo
para que en las alturas se condense
y resbale de nueva cuenta en forma de lluvia por mis mejillas,
mi espalda y mis manos.
En ese eterno circulo se mantiene el agua
aunque caiga en mi ventana
lentamente por el cristal
nuevamente la tendré en mi piel y en mi interior. 


Una noche
 
Me la imagino en la noche acostada mirando las estrellas
sé que la vida sigue,
pero en este momento nada importa
sólo disfruto el instante
que puede durar poco,
pero llenar mucho.
 
Qué más que un texto lindo
y una melodía que te invada
y te acompañe
en ese viaje alucinante que te permite volar
volver a donde quieras.
 
Ir a donde tus deseos te dicten
convirtiendo tus pensamientos en sensaciones inigualables
que solamente tú conoces y comprendes
de acuerdo a lo vivido.
 
Tristeza, nostalgia y alegría
una pequeña mezcla de las tres basta
para quedar atrapado
y un pequeño suspiro para darle un saborcito especial
a ese momento
volviéndolo más intenso.
 
Una burbuja que debemos custodiar
porque es nuestra
de nadie más,
de nadie más.


jueves, junio 29, 2006

FARDO

Las calles centelleaban de una forma extraña, los charcos de agua reflejaban una y mil veces las luces de las lámparas de la calle y los focos de las casas, la gente corría para evitar que las gruesas gotas de agua empaparan sus cansados cuerpos después de un duro día de trabajo; lo menos que se quiere es llegar a casa como sopa.

Todos tenían a donde llegar, un lugar en donde guarecerse. La calle quedó vacía en unos instantes, cuando de pronto, una figura encorvada que parecía escapar de algo o de alguien apareció al final de la calle, su respiración agitada se escuchaba con un raro eco que se combinaba con el ruido de las gotas de la lluvia que golpeaban los charcos, el asfalto y el concreto de las calles.

Su rostro descompuesto reflejaba un gran terror; ni él mismo sabía cuanto tiempo había durado ese andar apresurado; en este instante la lluvia lo acompañaba, pero en otras ocasiones el calor sofocante que le impedía respirar era el elemento cotidiano que lo escoltaba en su loca e interminable carrera.

Se sentía constantemente perseguido, acosado, su único objetivo era escapar; ¿de qué?, ni el mismo lo sabia, en esa calle centelleante y por lapsos obscura las sombras se sucedían una tras otra, trataba de cerrar sus ojos para no verlas, detenerse, pero cómo interrumpir su andar, si necesitaba seguir, continuar en ese frenesí en donde solamente deseaba huir por el miedo que lo invadía.

Los andrajos que lo vestían estaban completamente empapados, pero a él sólo le interesaba proteger debajo de sus brazos su única pertenencia, su único tesoro que le daba un poco de sentido a su absurda existencia. Era muñeco desmembrado y roto, tal vez en sus mejores días brindó un poco de calor y tranquilidad a su dueño, que decidió en un instante deshacerse de él, ahora era el motivo por el cual aquel infeliz encontraba un aliciente para seguir.

La lluvia disminuyó un poco, pero él continuaba desesperado apretando con una fuerza increíble a ese fardo maloliente. Logro escapar de las calles de asfalto, ahora su loca carrera la dirigían las vías abandonadas de la vieja línea del ferrocarril que un buen día interrumpió su paso por ese lugar que ahora estaba desolado; solamente enormes construcciones se dibujaban en el negro horizonte, no recordaba si ya había pasado por ese lugar, pero se sintió un poco aliviado ya que hasta el momento no había encontrado a ningún rostro que lo viera con asco.

De pronto su andar fue interrumpido bruscamente, su cuerpo flaco y apestoso se desplomó al vacío, una enorme zanja se abría cruel frente a él haciéndolo caer, su caída parecía interminable, los ruidos se apagaron solamente advertía como las gotas de lluvia viajaban a gran velocidad al caer en sus ojos desmesuradamente abiertos por el miedo de lo inesperado, las gotas parecían empujarlo más y más hacia abajo impidiendo que tomara su vertical.

El golpe sonó irreal, hueco, a pesar de que la zanja estaba ya inundada por la lluvia no sintió que su golpe fuera amortiguado, creyó ahogarse pues el lodo comenzaba a avanzar en su boca hacia su garganta y a sus pulmones; quiso levantarse tan rápido como pudo pero un intenso dolor se apoderó de él y un grito desgarrador salio de su garganta retumbando en los alrededores, en ese momento angustiante no sabia en que posición se encontraba, sentía su rodilla clavada en su estómago y el codo incrustado en su costado, por un instante sus ojos se abrieron más de la cuenta. La sorpresa fue infinita cuando se dio cuenta que su preciado fardo ya no se encontraba en sus manos.

Emitió un grito infrahumano, el dolor anterior no significaba nada ahora que su única pertenencia había desaparecido, intentó dar una leve voltereta para buscar ese pedazo de trapo; su desesperación era tal que sus alaridos, que intentaban pronunciar algo parecido a un nombre, llamaron la atención de una bandada de perros que al sentir la invasión de su territorio lo rodearon para alejarlo.

Los ladridos lo aturdían de manera bestial, sentía deseos de levantarse y pelear contra esos seres famélicos que lo atosigaban, a la luz de un relámpago percibió sus afilados y babeantes colmillos que clamaban clavarse en su piel, la jeta descompuesta de esas bestias por la furia lo enloquecían, la rabia se había apoderado de él, cuando de pronto al tratar de buscar algo para luchar contra sus enemigos su mano tropezó con algo inesperado.

Si, se trataba de su fardo, el mundo y el tiempo se detuvieron nuevamente, su respiración se torno lenta, su mano recorrió lo más lento posible el contorno de esa forma con la que había tropezado para confirmar que era verdad, en efecto era su preciada pertenencia que llegó a sus manos quien sabe en qué momento para acompañarlo en su loca carrera por la calles de esta gigantesca ciudad

Las bestias al perecer se habían alejado, al no obtener ninguna respuesta decidieron partir y dejar a esa figura descompuesta dentro de esa enorme zanja, que ahora solamente se dedicaba a acariciar con su mano a ese harapo que lo hacía tan feliz, que lo hacía olvidar todo, ni el dolor de su brazo y pierna rotos por la caída lo hacían reaccionar.

Enclavado en ese hoyanco de fango y mugre, el agua comenzó subir cada vez más, por alguna extraña razón había decidido no luchar más, el ansia por escapar lo había abandonado, su cuerpo estaba aún con vida pero él ya no sentía ni el frío ni el dolor, otro rallo callo desde las alturas iluminando esa absurda escena donde ese extraño ser se conformaba acariciando a ese fardo lodoso.

De nuevo un rallo iluminó el horizonte y las gigantescas siluetas de las construcciones lucieron fantasmales, como guardianes de ese ser que comenzaba a dejar este mundo, sus ojos se abrieron una vez más, solamente para ver que la lluvia no cesaba, que seguía cayendo en su rostro que comenzaba a ser cubierto por el agua, los cerró y expiró.

jueves, junio 22, 2006

EN ESTAS CALLES




Este cielo que nos mira llegar a nuestros puntos particulares caminando con nuestros amores a cuestas o con nuestros pasos solitarios.

Javier se encontraba de pie frente a la ventana, ese instante le provocaba una emoción intensa ya que la luz del sol rebotaba de manera mágica en la barda, el verano iniciaba ya y las lluvias provocaban en el cielo efectos extraños de luz.

Esa barda que rebotaba de manera intensa los rayos del sol, tenia un extraño fondo; las nubes que estaban de tras de esta, tenían un raro color azul oscuro, era una especie de marco que hacia resaltar mas los tabiques grises que se tornaban blancos con la luz del sol que se ocultaba detrás de las montañas en esa tarde maravillosa que a Javier le seguía emocionando de una forma especial.


Recordó que cuando se construía la casa su padre le recomendó dejar así esa ventana.

-No la tapes, en cierta época del año el sol llega aquí de una forma especial, déjala no te arrepentirás.

En ese momento en que las nubes anunciaban lluvia a lo lejos, recordó con cariño a ese viejo testarudo que siempre le enseñó pequeños grandes secretos como ese.

Los recuerdos completaron aquellos momentos de felicidad, pues todo el día había estado con Mariana, todo un día en que los dos solamente lo dedicaron a quererse, a hacer el amor una y otra vez, a platicar de una y mil cosas y del instante en que los dos decidieron escapar de su trabajo que se había vuelto monótono y sin sentido, esa mañana Javier le planteó no llegar a sus respectivas oficinas, y ella no dudó en responderle que si. Ambos necesitaban fugarse de esa cotidianeidad que rompieron de manera mágica al refugiarse en la casa de él.

Ahora Mariana se encontraba profundamente dormida en la cama, y al voltear a mirarla, Javier sintió nuevamente un cúmulo de sensaciones extrañas que le provocaron un nudo en la garganta, se sentía pleno, enamorado como jamás lo había estado, se sintió más feliz que nunca, aunque comprendía que la felicidad no era total y constante, sino los pequeños momentos que la vida ahora le regalaba; luchó tanto para que ella comprendiera que de verdad la amaba.

Al verla así en su cama, completamente desnuda no podía dejar de agradecer el instante que estaba viviendo, el cuerpo de Mariana se encontraba boca abajo, totalmente abandonado a sus sueños; Javier se sentó en un sillón que se encontraba de frente a la cama para admiras su piernas, sus glúteos y su espalda larga y perfecta que iluminaban de una manera especial los últimos rayos de sol de esa tarde de verano que auguraba una tormenta en la lejanía; la mitad del rostro de Mariana se asomaba entre la almohada y se encontraba parcialmente cubierto por su negro cabello. Javier sorbió un poco de café que se preparó con anterioridad y el placer que le provocó esa imagen fue indescriptible.

Descansó su cabeza en el respaldo del sillón y cerro los ojos, se vio caminar y viajar esas largas distancias que lo conducían a su trabajo, entes no le costaba tanto trasladarse de un lugar a otro en esta ciudad monstruosamente gigantesca, pero ahora la técnica de probar diferentes rutas ya no le funcionaba, todo de repente se tornó similar, aunque siempre veía rostros distintos no encontraba ya diferencia entre las personas que extrañamente no sonreían; semblantes secos e inexpresivos dominaban el ambiente y ya no le era extraño encontrase con alguien que hablaba solo refunfuñando con sus fantasmas.

Solamente le motivaba el hecho de que todos los días al finalizar su jornada, se encontraría con Mariana, al principio solamente coincidían ocasionalmente a la salida de su trabajo, una mirada cordial, a veces un saludo, pero nada más; desde que la vio por primera vez, le pareció alguien interesante. Mariana poseía una belleza especial, era alta y poseía una larga cabellera de un negro intenso que al recogerlo dejaba ver su cuello largo y sus hombros perfectos, su estilo no era el de las mujeres que gustaban de maquillarse, e indudablemente no lo necesitaba.

Por fin un día Javier decidió hablarle y prolongar el saludo a una plática que requirió sólo de algunos minutos, que poco a poco fueron cada vez más y más, pero Mariana siempre se mostró bastante evasiva, indiferente, como si esos encuentros realmente no fueran significativos para ella. De esta forma las largas travesías por esta gran ciudad adquirieron un nuevo significado para él, pues el hecho de encontrarla y platicar con ella tan solo unos breves minutos le habían regresado la esperanza y modificaron por completo esa rutina de la soledad en que se encontraba instalado desde hacia ya unos años.

Todo era muy extraño, en uno de esos días en que Javier decidió caminar por las calles para pensar, se dio cuenta que al día solamente la veía 20 o 30 minutos y con ese tiempo, ¡que estupidez! se había enamorado de ella, pero los breves instantes en que entablaban una conversación fueron suficientes para darse cuenta de su elocuencia, de su forma especial de ver la vida y de ese agradable sarcasmo con el que Marina concluía de manera categórica las situaciones del trabajo, de la vida, del país y sus gobernantes obtusos y mentirosos, de los que siempre decía con tristeza jamás hablarían ni representarían a la mayoría.

Pero a pesar de la melancólica pesadumbre con la que veía la vida no se sentía derrotada, por el contrario, le daba fuerzas para seguir y tenía puestas sus esperanzas en las personas, en su iniciativa por salir adelante a pesar de todas las malas pasadas que en los últimos años los gobernantes se habían encargado de sumir al país. Si, se repetía Javier constantemente, poco tiempo pero siempre sustancioso para conocer un poco de ella que a él le fue suficiente para comenzar a quererla.

El día en que la invitó a tomar un café se sorprendió mucho, pues Mariana no le contestó, solamente dio media vuelta y se alejo sin decir nada, simplemente le dibujó una leve sonrisa con la que le advirtió que no estaba dispuesta en ese momento ni nunca a aceptar una propuesta de ese tipo, hubiese preferido realmente que le respondiera con un frase llena de sarcasmo, de esas que la caracterizaban, pero no, lo dejo ahí de píe observando como se alejaba en un completo silencio con sus manos dentro de los bolsillos de su abrigo negro que le llegaba debajo de las rodillas y que solamente dejaba ver sus botas negras de gruesos tacones.

El hombre que vendía dulces afuera del edificio, y que era testigo involuntario de esas pequeñas pláticas lo observo muy atento, Javier al sentir esa mirada volteo rápidamente y se dio cuenta que el señor le sonreía levemente, y le comentó:

-No joven, Marianita necesita más que un café; más que una platicadita, creo que la quiere, verdad, pus le tendrá que batallar, le tendrá que batallar....

El viejo comenzó a aguardar la mercancía de su puesto para irse, Javier sintió la inmensa necesidad de preguntarle muchas cosas, pero se contuvo, le pareció odiosos el tono que el viejo utilizó, además estaba seguro de que quería intentarlo, de que por ese leve desaire no se daría por vencido, -es más, pensó en esa ocasión -esa es su forma de ser; que más da, no pierdo nada, en caso de no conseguir que me quiera, ganaré mas soledad- la miro nuevamente y Mariana se perdió poco a poco al final de la calle y en ese instante comprendió que la amaba, la amaba de verdad.

Cielo a donde nuestros suspiros y pensamientos se elevan, siempre testigo de nuestros aciertos, necedades y de nuestras convicciones aunque estas sean falsas.

Es absurdo pensar que en esta calles se cruzan miles de personas, cada una con una historia a cuestas que invariablemente quieren contar, pero no tienen a quien, y en parte es por la necedad de uno mismo que no nos deja compartir nuestros desconsuelos, a pesar de que esta ciudad esta repleta de vida cada una se encuentra sumida en una soledad injusta y egoísta, trayectos complicados, largas distancias para llegar cada quien a sus destinos, contribuían de manera innegable para crear este ambiente que dominaba a los pobladores de esta y otras grandes ciudades, y sin poder evitarlo Javier pensó que Mariana se encontraba dentro de esta dinámica que también respondía a una especie de autodefensa al no saber con quien podía toparse por lo que prefería estar sola, y recordó que alguna vez comentó:

-Solamente confío en mi sombra y sólo me confesaría antes de morir con la primera piedra que me encuentre al final de un camino en la montaña-.

Ahora Javier quería que sintiera que se podía escapar de ese ambiente en que la soledad era un refugio y en el que la melancolía para algunos sabía a gloría, quería que entendiera que él estaba dispuesto a compartir esos momentos en que el monólogo interno debía terminara para entonces intercambiar ideas y enterarla de su historia y saber más de la de ella, contarle a Mariana que a pesar de lo que pareciera el también se sentía sólo y en ocasiones fuera de esta absurda realidad en la que había aprendido a subsistir en base a un instinto de supervivencia propio de un animal solitario, y que a fuerza de estar constantemente en ese aislamiento se había dado cuenta que sería un tanto mejor compartir esos momentos de esteparia soledad.

Javier recordó que desde ese instante en que le propuso tomar el café no volvió a verla con tanta regularidad, en el transcurso de una semana sólo la vio en dos ocasiones, y ella solo lo saludo rápidamente para seguir su camino muy apresurada. A la hora de la salida, a pesar de que se quedaba largo rato esperando a que Mariana saliera, ella nunca apareció lo que le entristeció un poco, pero la sola posibilidad de que ella apareciera en esa puertas que daban acceso al edificio donde ambos trabajaban le mantenían ahí de pie un largo rato, pero esa espera comenzó a ser infructuosa, lo que realmente comenzó a desanimarlo.

Cielo que desde las alturas se enternece, se aburre y se alegra de nuestros gestos y sollozos.

Un día Javier salió de la oficina y no quiso esperarla más, había sido un día de esos en que aborreció la rutina de su trabajo, de la indecisión de su jefe por que no le gustaba un color del cartel o el tamaño del tipo de letra, tonterías que estancaban una y otra vez sus propuestas que siempre quedaban al gusto de alguien externo de su área que no tenia ni idea del uso del espacio ni de la teoría del color.

Decidió utilizar en esta ocasión el metro, la ciudad se encontraba cubierta por una lluvia constante que había durado horas y en especial en esa parte de la ciudad, parecía que caía mucho más agua de lo normal, por lo que el metro le pareció la mejor opción, en otra ocasión y claro con menos agua, le hubiera encantado caminar entre las gruesas gotas de lluvia para después guarecerse en el quicio de una puerta o toldo de alguna tienda para ver pasar la magia de la lluvia. Se internó en el metro y el bullicio de la gente le pareció algo distinto, siempre la lluvia provocaba en la gente otro ritmo par caminar y ocupar los espacios en el anden que parecían insuficientes cada vez que se acercaba a los vagones del metro.

Se colocó donde seguramente llegaría la puerta, lo que le facilitaría conseguir un asiento, ya que era el inicio del trayecto de esa línea del metro que siempre estaba atestada en los horarios de salida de las oficinas. El convoy salió del túnel y las puertas se abrieron antes de que se detuviera por completo por lo que el empujón de la multitud lo aventó hacia adentro lo que provocó que trastabillara, quiso reclamar pero sorprendido miro a Marina sentada en medio de los dos asientos y haciéndole señas para que se apresurara.

-¿Vienes del túnel?, ¡no lo puedo creer!.
-¿Por qué no? – le respondió Mariana -es mas cómodo, me vas a decir que tú nunca lo has hecho.
-Ha. ¡Claro! pero pensé que tu…
-Pues no pienses amiguito, y nunca prejuzgues a la gente de lo que pueda o no hacer, como ya te diste cuenta te puedes llevar ciertas sorpresas.

Mariana ya no dijo más, se quedó mirando a un tipo que cargaba un bulto muy grande que le estorbaba para acomodarse en el vagón que se llenaba cada vez más, con dificultades y un gran esfuerzo logró colocarlo en el piso, para usarlo como asiento y quedarse dormido profundamente; Mariana esbozó una sonrisa.

-Sabes, cada que observo a alguien hacer algo similar a lo que hizo este señor, no dejo de sorprenderme; somos capaces de entrar en lugares inimaginables y antinaturales con cargas como esa y dormir profundamente nuestro cansancio sin más ni menos.
-Pues si- respondió Javier –Aunque no se si sea una virtud o un defecto ocupar estos espacios antinaturales para descansar o no descansar, es difícil, no se me hace justo, a pasar de que podemos adaptarnos a situaciones extremas como esta, no es nuestra naturaleza, estamos ya muy alejados de ocupar nuestros momentos de descanso en un lugar que sea nuestro en su totalidad, y que podamos usarlo en el instante mismo que se nos antoje, y no tener que recorrer largas distancias para llegar y ocuparlo sólo por unas cuantas horas.

-Si, así es, pero creo que hay que aceptar esta realidad, no dejar que nos domine, no deambular por estas calles y evitar estas incomodidades que ponen a prueba nuestras virtudes y dejan que combatamos nuestros defectos. Este gigantesco espacio que representa esta mugre ciudad, hay que hacerlo nuestro, no hay que dejar que nos devore, entre más la camino, entre más me apropio de ella a costa de gastarme mis zapatos al caminar las calles o de gastar de más en pasajes o boletos del metro, me siento mas dueña de todo lo que me rodea, yo decido el rumbo y mis ojos se llenan de momentos como este en que el señor se las arregló para acomodarse en ese pequeño lugar.

Javier la miraba en silencio mientras asentía con la cabeza y pensó que tener la misma manía de caminar y viajar para no dejarse dominar por la cotidianidad era una agradable sorpresa, pensó que algo muy bueno podía resultar de esto, y se dijo así mismo -Si, somos enfermos del mismo mal.

-¿Qué pasó hoy, no te quedaste tanto tiempo en la entrada?, supongo que fue por la lluvia. El se quedó sorprendido y no atinó a responder de manera inmediata, se quedó por un momento pensativo.-Siempre me estuvo vigilando, siempre supo que estaba ahí.-¿Qué te pasa?, te quedaste dormido con los ojos abiertos o qué
-¿Eh?... no... lo que pasa es que me sorprendió mucho lo que me acabas de decir. Con una leve sonrisa y una mirada que a el le fascinaba le respondió:
-¿Por qué? pensabas que no me había dado cuenta.
-Si, así es, pensé que no lo notaste, ¿por qué ya no bajaste a la misma hora?
-¿Te tengo que responder?, le cuestionó de manera inquisitiva.-Bueno si tu no quieres, pues ni modo
-Pero si quiero hacerlo.

La gente se arremolinaba más y más haciendo imposible el descenso y el asenso al vagón del metro, la gente mojada y apretujada parecía resignada a padecer esos momentos de enorme incomodidad, pero ahora aderezada con la humedad de la temporada de lluvias, lo mismo de todos los días pero ahora con el inconveniente de los cuerpos mojados y la inevitable mezcla de olores al final de un día de trabajo, pero ahí estaban todos con la idea de llegar con el menor contratiempo a sus destinos, bueno si la lluvia se los permitía.

Y bajo ese escenario Mariana le confesó que no había bajado en el mismo horario de siempre porque, el trabajo se juntó; de un momento a otro a algún jefe del que no quiso mencionar el nombre se le había ocurrido sacar cosas que se encontraban estancadas desde hace tiempo y que en ese preciso instante le serian muy útiles a alguien más.

-Ya sabes como es esto, y todos los de mi área salimos muy tarde toda esa semana, era imperioso entregar ese encargo con los jefazos, sabes a veces no asimilo del todo esa lógica en que las cosas se tienen que hacer para satisfacer el capricho de otra gente que solamente usa el trabajo de los demás para su propio beneficio.
-Pues si es siempre complicado, pero ya vas a estar libre la semana que viene ¿o no?
-Pues no del todo, pero al menos ya no saldré tan tarde, qué, ¿me vas a invitar a tomar algo?Nuevamente Javier se sorprendió por el comentario de Mariana, pero esta vez no quiso que su sorpresa fuera tan evidente como la primera vez y le contestó rápidamente.
-Pues claro, realmente esa era la razón por la que te esperaba afuera de la oficina.
-Si me lo imaginé,-Bueno creo que fuiste un poco grosera al no contestarme aquella vez que te invite, ¿no?

Ella lo miro de una forma muy distinta a las anteriores, una extraña mezcla de enojo e incredulidad, pero a pesar de que Javier pensó que le contestaría aquella acusación de una forma no muy grata, ella le comentó que realmente no se le había olvidado aquella vez en que en realidad fue muy descortés.

Le explicó que últimamente no le agradaba la idea de ir a algún lugar con él o con cualquier otra persona; esa soledad en la que decidió refugiarse la hacía replegarse, así sin decir más, parecía que el desanimo le ganaba pero lo sentía necesario para enfrentarse diariamente así misma para reacomodar las ideas que en ese momento le hacían vacilar ante la idea de relacionarse sentimentalmente con alguien, ante el entorno del trabajo, la gente que la rodeaba y el lugar donde vivía; tan lleno de lugares vacíos a pesar de tanta gente, donde precisamente los espacios que siempre recorría se habían convertido en una jungla de lazos y mantas multicolores de los comercios ambulantes que se habían convertido en una especie de plaga que enfermaba a la ciudad. Pero comprendía que esos sitios que le daban color e identidad a las calles se habían transformado en una especie de oasis para la gente que solo buscaba tener una actividad para sobrevivir.

Y a pesar de que le disgustaba caminar entre puestos, el ruido de la música pirata los gritos y tumultos de la gente pensaba que era necesario, y pese a que no se sentía como una persona real consideraba preciso recorrer esos lugares para platicar, conocer las versiones de las personas y su historia particular de vida, y concluía que realmente esa gente no era del todo responsable por apropiarse de un sitio en esta gran ciudad que se transformaba lentamente en una especia de telaraña multicolor.

Si, le dolía tanto esta situación que no se sentía con ánimo de compartir con nadie esos momentos de soledad en los que encontraba muchas respuestas a sus interrogantes que de alguna manera con la presencia de alguien más no sería posible responder.

Pero extrañamente con Javier se sintió en confianza, la manera de mirarla, la paciencia y el respeto a lo que ella le argumentaba en sus conversaciones y la nula insistencia de él para platicar más de los acostumbrados 30 minutos, la hicieron comprender que realmente era una persona que respetaba los espacios, los tiempos, y opinión de los demás, tan poco valorados en esta época.

Eso realmente le había parecido muy importante y jamás noto un gesto de arrogancia en su actitud en general, algo que odiaba de las personas, pero al saber que ambos habían buscado respuestas a sus pesares de una forma similar, al conquistar primero sus miedos y fantasmas para darle sentido a sus ideas y a su forma de ser concluyó que podían entablar un dialogó más preciso.

El metro había avanzado lentamente, pero no les pareció tan pesado como otras veces ya que la plática que sostenían en ese instante era como un bálsamo que los tranquilizaba.
-En la temporada de lluvias siempre es así, el tiempo se vuelve tan relativo, las distancias mucho más largas, ¿no crees?
-Si es increíble lo que podemos esperar para pasar por una zona en donde el agua desaparece por completo el pavimento.

Este cielo que nos cubre a todos, que mira cómo nuestro andar se divide cuando cada uno toma su destino

Por fin llegaron a la estación en donde ambos descendieron con un poco de dificultad, la gente en un solo bloque se dispuso de manera firme a salir del vagón pues los que esperaban subir no habían dejado un espacio suficiente para el descenso, por lo que una pequeña batalla inició cuando las puertas se abrieron, entre jalones, codazos y empujones Mariana y Javier salieron de ese gran vagón anaranjado que se tambaleaba de un lado al otro por el peso de las personas que entraban y salían; después de un gran esfuerzo se detuvieron un momento para recuperar el aliento por la energía que utilizaron para escapar del interior del vagón donde por un momento parecía se quedarían atrapados y entre risas continuaron su camino.

-Bueno, entonces nos tomaremos el café mañana, ¿qué te parece?
-No, creo que no, todavía tenemos cosas que entregar, mejor el fin de semana, así tendremos más tiempo para platicar, ¿no crees?
-¡Me parece perfecto!, después nos pondremos de acuerdo
-Claro. Bueno yo aquí me quedo, nos vemos mañana
-Si esta bien, descansa y mañana platicaremos.
-De acuerdo y… no te aburras de tanto esperar eh.

Y después de esta frase y un beso en la mejilla, Marina se alejó con una sonrisa en los labios que a Javier jamás se le borraría de la mente; se quedó de pie y observó cómo se fue perdiendo entre la gente, siempre con ese estilo tan especial de caminar, con paso largos y firmes que parecía la hacían avanzar más rápido que los demás.

Y de esta forma Marina y Javier después de una semana de trabajo en que no fue muy distinta a las demás, salvo por le exceso de trabajo de ella, se reunieron por primera vez fuera del ambiente del trabajo de sus oficinas y del deprimente aspecto del edificio en que se encontraban trabajando desde hace ya algunos años, según cálculos de Marina cerca de 2 años y medio y Javier 6 años ya.

Aquel primer encuentro sirvió para que ambos practicaran su “viejo vicio”, como ellos le llamaron, de caminar por largo rato, para observar como las avenidas de su ciudad habían cambiado tanto, bajo el mito del desarrollo tan cantado por aquellos “promotores” de la “estabilidad social y económica” en el que el país navegaba desde hace algunos años, versión que se derrumbaba de manera ridícula, cuando al seguir por esas avenidas de la “prosperidad” se podía observar a gente pidiendo caridad para poder comer ese día, para ver como estas calles eran tomadas por gente que vendía una y mil cosas para sobrevivir, y hacer más que milagros para que con eso comiera la familia.

Además de toparse con gente que al caminar como ellos se encontraba sumido en sus pensamientos para inventar una nueva fórmula y hacer que el poco dinero que había ganado en la semana le rindiera lo más posible y no quedar corto en los gastos y endeudado como la mayoría de las veces. Y también ser testigos de la indiferencia, ¿y por qué no?, la inconciencia del que no carece de lo básico para vivir, del que no tiene ni idea de que cada día es una lucha constante por que el futuro no esta asegurado.

Imposible evitar estas realidades, pensaron los dos, pero a pesar de esto se sigue caminado, cada quien con su costal de problemas a cuestas, pero indudablemente cada quien procesando a su manera sus problemas para hacer más llevadera la existencia. Pero a pesar de esto se sentían parte de este gigantesco monstruo citadino que parece entregar solamente cosas desagradables, para el que no se atreve a recorrerlo y encontrar esos pequeños lugares que aun son una especie de refugio para escapar sólo por un momento de esa realidad tan abrumadora.

Precisamente la finalidad de sus andanzas había encontrado como objetivo principal la localización de esos lugares, muchas veces encontrados al azar y otras tantas gracias a la ayuda y la guía de otros viciosos que en su intento de no morir en la monotonía se habían avocado a buscar esta especie de pequeños oasis donde se podía borrar la presencia de uno mismo en esta metrópoli.

Marina y Javier, no necesitaron más que esa tarde para entender que verdaderamente podían estar los dos juntos y pensaron ¿por qué no?, por qué no compartir esos instantes que tanto tiempo disfrutaron por separado.En un instante en que los dos se detuvieron presas de un inercia que los había atrapado, se observaron con mucha atención; Javier era mas alto que ella por lo que su rostro se inclino levemente para mirar más a detalle su rostro que lo miraba sonriente y sin decir nada más se besaron tiernamente, un beso con el que sellaron una pacto que no necesitó de palabras para expresar lo que los dos comenzaron a sentir con tanta fuerza.

Cielo que de noche nos espera con nuestros temores, que nos cobija en nuestros más íntimos instantes y que nos regala el momento para nuestros sueños

-Javier, ¿Dónde estas?
-Aquí, ¿qué, no me ves?

Mariana se despertó de su profundo sueño, la ausencia de Javier y el calor de su cuerpo le hicieron tanta falta que al no sentirlo cerca hicieron que regresara para buscarlo; Javier la seguía observando con atención, Mariana hecho a un lado su cabello y se levanto de la cama, se puso de pie y con un movimiento felino estiro su cuerpo desnudo para salir de la somnolencia y con pasos lentos se enfilo al lugar donde se encontraba Javier para sentarse en sus piernas.

-¿Por que me dejaste?, no ves que me haces falta y aunque yo esté dormida, te quiero a mi lado.
-Solamente fui por un poco de café, y no te dejé estoy aquí, solo que quise observar como ese rayo de sol que se pierde avanzó lentamente por tu espalda.
-¿Y no se puso usted celoso de que el sol me manoseara?
-No, creo que soy afortunado por compartir tu cuerpo con el sol y creo que aprendí algo, por lo que mi próxima caricia será similar o mejor a la de él.
-Pues no se siente en sus manos gran diferencia señor aprendiz del sol.

Mariana se rió de buena gana y las manos de Javier comenzaron a recorrer sus piernas, sus glúteos y su espalda de una forma lenta e intensa.

-Creo que es usted muy buen alumno. Oye, me pareció verte de pie frente a la ventana
-Si, el sol me regalo varias cosas esta tarde, ves la barda que esta enfrente
-Si
-Pues me la pinto de un color extraño, que me recordó la tarde en que los dos salimos por primera vez.
-Hay, tu y tus nostalgias.
-Pues si, pero ahora estamos juntos, que mas puedo pedir, sabes me siento muy raro.
-¿Por qué?
-Es que nunca había experimentado esta sensación de plenitud y todo es gracias a ti y estos momentos.
-Pues yo me siento igual, y es gracias a tu terquedad de esperarme tanto, pero sabes, todo esto vale tanto la pena.
-Si Mariana, te quiero.
-Yo también Javier
-Mañana a donde iremos a caminar-
No se Javier, sólo dejemos que nuestros pasos nos lleven a donde quieran.

Javier y Mariana se quedaron ahí abrazados, en ese instante decidieron que no se separarían jamás aunque no lo dijeron, estaban convencidos de que así sería, el sol se había perdido ya en el horizonte y la lluvia comenzó a caer afuera convirtiéndose en testigo de la unión de dos seres que después de experimentar la soledad se encontraron para amarse y compartir su vida en estas calles de las que eran dueños.

A mis musas

El síntoma de un gran poeta es contarnos algo que nadie nos había contado, pero que no es nuevo para nosotros. Diríase que llevamos dentro, inadvertida, toda futura poesía, y que el poeta, al llegar, no hace más que subrayarnos, destacar a nuestros ojos lo que ya poseemos. Ello es que el descubrimiento lírico tiene para nosotros un sabor de reminiscencia, de cosa que supimos y habíamos olvidado. Todo gran poeta... nos plagia. Ortega y Gasset 


Dos universos

El largo recorrido comienza
y reflexiono que la individualidad de nuestro ser
es impenetrable, negada para la unión
que no podemos existir como un solo ente.
 
Que cabalgamos uno junto al otro
con uniones fugaces, pero siempre
en monturas distintas,
irreconciliables.
 
En donde cada efímero encuentro,
corona el éxtasis, la destrucción y la locura,
para después caminar alejados.
 
El andrógino nunca existió,
siempre seremos trazos distintos,
pedazos de cosmos,
universos divergentes,
unidos solamente por soles fugaces.
 
La dualidad de nuestro ser
es sólo un recuerdo de nuestras primeras pasiones,
ahora la unión de nuestros seres distintos
es un lapso en el firmamento
de nuestros cielos eternos,
una llama quemante
unidos solamente por un rayo.


miércoles, junio 21, 2006

A LA LLUVIA

El poeta es un cazador de metáforas
Día gris

Los días me gustan así
grises lluviosos
parece que ese manto gris
detiene un poco las cosas.

Su color tranquiliza mi espíritu,
lo quemante del sol desaparece
y lo remplaza la frescura que necesita mi cuerpo
 para sentir paz.

Me encanta sobre todo controlar mi temperatura,
saber que esa frescura me pertenece
esto me alivia en un día así
puedo mirar como pasa el tiempo lentamente .

Es inevitable
un día así se borra,
se termina,
queda en mis recuerdos.

Pero se que con el mismo paso del tiempo
otro día así llegará
y esa espera por un día lluvioso y gris
me hará desearlo más.

Gotas y pasos

Gota a gota mi paso se hace largo
el cielo gris me regala sus lágrimas
y mis ojos se ciegan con esas gotas necias
que suavemente humedecen mi rostro.
 
Mi boca bebe su sabor a nada
quiero seguir bebiendo
del viento su llanto,
del cielo el líquido,
del cielo esa sangre que generoso me regala.
 
Sangre que mana y pinta negros huecos;
crea pequeños mares, ríos y cascadas
en la banqueta, en el pavimento,
en el claro del césped.
 
Y las gotas y los pasos no terminan,
si tuviera que caminar más
no me importaría que fuera
debajo de estas gotas que las nubes me regalan.
 
Del gris del cielo
de sus diferentes tonos
se dibuja mi aliento
que escapa para formar mil figuras.
 
Los rostros húmedos van y vienen
un pequeño cuerpo se adivina detrás de la humedad
pide sediento más sangre del cielo
gotas de savia de las alturas.


Tarde parda


Pasto dorado en una tarde parda,
el vuelo de las aves que huyen,
el olor de la tierra mojada
penetrando en mi conciencia.
 
Miraba mis pies llenos de lodo
de aquel lejano verano,
gozaba sin pensar mi libertad
en aquel ambiente húmedo
que me dejó la lluvia.
 
Sentado mirando a las golondrinas
arremolinarse en el aire
en busca de su vida,
su silueta una saeta, una nube.
 
El aleteo de una tórtola
que ya no quiere salir del árbol
porque siente que el frío la mata,
porque siente que ya es hora.
 
Y a lo lejos me llaman
correr, correr; ya es hora
el viento sopla
y el árbol deja caer
cristales helados en mi espalda.
 
Me voy, queda mucho tiempo
es verano, y mañana
quiero otra tarde parda
otra tarde con olor a tierra mojada.


Camino gris

He salido del túnel para caminar,
gotas saladas manan de mi cuerpo,
el aire frío limpia mi rostro
y las gotas besan mis mejillas.

La luz del sol no existe,
en mi cielo gris se adivina el agua
vida lo verde se hace opaco,
y vivo de suspiros que escapan de mi a cada paso.

Todo parece que se termina,
todo es como una última tarde
mientras mis pasos lentos, seguros siguen de frente
a pesar de que todo comienza a hundirse.

Cada gota se une a la calle,
al árbol, a mi cuerpo y comienzo a danzar en el fango
en medio de esta lluvia que me transforma en algo borroso
que intenta hundirme pero no puede.

Somos de este mundo ¿de donde más?
aunque nos coma la tierra hecha lodo
aquí nos quedamos
no podemos marcharnos a otro lugar,

Y así entre estas gotas que intentan hundirme
y que me hacen bailar y verme como un figura borrosa avanzo,
respiro y veo mi cielo gris lleno de agua vida
que bebo con mi boca sedienta de esa substancia gris.


Recuento

Es el recuento de los días,
esos días fríos y grises
de calles profundas y desoladas,
obscurecidas aun más por el verde de los árboles.

Calles que nos llevan a todos lados
que se extienden como un gigantesco laberinto
jungla sintética, fría y nebulosa
de la que sólo emanan olores y ruidos extraños.

Miradas perdidas en estas avenidas de la soledad
que a veces chocan con luces fugaces,
estampas impalpables y distantes
que se hacen más pequeñas hasta desaparecer.

Formas que emergen y se rinden una y otra vez
después de su descanso
al ser vistas de nuevo con estos ojos de ciego
en este recuento de esos días fríos y grises.

Sin título

Una y otra vez el delirio de mil gotas de agua
que se desprenden de las alturas
buscando el suelo
para formar pequeños mares ríos y lagos diminutos.

Convirtiéndose tal vez en trampas,
que nos hacen presa,
o tal vez en oasis que calman nuestra sed
de bebedores compulsivos de nostalgia.

Y si no nos atrapan esos mares, ríos y lagos
nos encontramos prisionero
entre los barrotes acuosos que a nuestro alrededor forma la lluvia
que se prolonga por mil momentos.

Y somos prisioneros de la brisa,
espíritu de la lluvia,
que forma una pared más densa
que nos envuelve y moja igual.

¿Te importa?,no lo creo
pues delirantes por el placer caminamos juntos
disfrutando de esta cárcel de agua
de esta lluvia que nos aleja de todo.

ABRÁZAME FUERTE





Un día más terminaba en esta gran ciudad; en el cielo esa línea que separa la luz de la obscuridad aparecía muy marcada, las penumbras comenzaban a reinar y devoraban cualquier rayo de luz. Marlén salió del trabajo y decidió caminar, quería escapar de ese encierro que la agobiaba, de esa soledad que sentía cada día más y más desde que se casó con Leonardo.

Su mirada estaba enmarcada por tenues ojeras que resaltaban la negrura de sus ojos, y su pálido rostro denotaba una gran pesadez; una tristeza infinita. No percibió cuanto había caminado al salir de su trabajo, sus pensamientos le hicieron perder la noción del tiempo.

-¿Qué pasa con nosotros, por qué ya no me pregunta mis inquietudes mis deseos?. Él no era así, desde que entró a trabajar para esa empresa, todo cambió tan drásticamente; ni una caricia ni una mirada.-

Se detuvo un instante, para reconocer el lugar donde se encontraba y tomó un taxi hacia su casa.
Al llegar a su “hogar”, lo notó más obscuro y sin alma, sus pasos se escuchaban huecos, más que nunca se sintió sola y deseó intensamente que alguien la abrazara.

-Dinero, todo es dinero para él, parece como si hubiese vendido su alma por trabajar ahí.-
Encendió la televisión para ver algo que la distrajera, pero no pudo.

-“El país sigue su recuperación pero tendremos que hacer un gran esfuerzo, nos espera un año muy difícil, declaró...”. -Maldita sea todo gira en torno del dinero nada se puede hacer.
Se levantó bruscamente de su sofá y se dirigió a su recamara con un nudo muy grande en su garganta. Ya dentro, sintió una presencia extraña, se sintió observada, quiso eliminar esa sensación, se cambió de ropa y se metió a la cama, tan fría que por un instante deseó salir pero permaneció en ella.

-Qué diferente era antes, si Leonardo llegaba siempre traía algo. Ahora su mirada ha cambiado, este mismo cuarto me parecía maravilloso lo decoramos entre los dos, pero...

En ese instante escucho el ruido del coche de Leonardo; no sintió emoción alguna, sabía el ritual; se escuchó la puerta que se abría, y los pasos se dirigieron hacia la recamara, Marlen tenía la luz apagada.

-Si quieres, puedes prender la luz.
-No, con la luz de la luna basta.
-Quieres algo de comer, en la....
-No, comí con el Licenciado Alcántara, estamos preparando muchas cosas, y ya no hables, tengo dolor de cabeza; fueron muchas presiones el día de hoy.

Marlén sintió que era el último esfuerzo para poder acercase a Leonardo y sus negros ojos se llenaron de lágrimas que resbalaron poco a poco por sus blancas mejillas. Sintió frío, mucho frío, hacía tanto tiempo que no recibía el calor de una noche de amor. Miró a la luna que se asomaba plena en la ventana como si esta pudiera darle la solución para poder escapar de esa situación. Con el sufrimiento atorado en la garganta, el sueño la atrapó.

De pronto, Marlén se despertó en medio de una neblina abundante que cubría el suelo, pero se encontraba en su propia habitación.

-¿En dónde estoy?, Leonardo ¿En dónde estás? ¿Qué pasa?.
Una voz varonil la saludó pero no alcanzaba a observar su rostro, pues la luz de la luna le daba en la espalda pero podía ver que era muy alto y delgado.

-Hola Marlén, estas muy sola verdad, no te preocupes, con migo jamás lo estarás, anda ven

Marlén no supo que contestar, pero sintió una especie de emoción al ver que la sombra comenzó a caminar hacia ella y pensó.

-Qué alto y su olor, su olor ¡ahhhhh! Pero no, no, no puedo.
-¿Leonardo dónde estás?.
La sombra avanzó y al llegar a los pies de la cama.

-HAAAAAAAAAAA! Era una pesadilla, era una pesadilla.
-¿Qué pasa? ¿Por qué gritas? Te dije que me duele la cabeza.
-Tuve una pesadilla alguien estaba aquí y...
-Ya mujer duérmete, me tengo que levantar muy temprano necesito descansar; me espera mucho trabajo mañana.

Marlén se quedó muy pensativa ya no estaba asustada el aroma que percibió en su sueño parecía flotar en la habitación y sintió un poco de placer.

-Me dijo que a su lado no estaría sola jamás-

Sin saber por qué, la idea se le quedó grabada, y sus ojos se le cerraron lentamente. Al día siguiente la rutina parecía más monótona; Leonardo se bañó, sorbió un poco de café y se marchó sin despedirse. Marlén salió detrás de él, pero no se dirigió a su trabajo, quiso caminar y caminar, así lo hizo.

El día estaba nublado, todo le parecía lejano muy lejano; ese aroma del sueño no se había borrado de su mente; sentía que no caminaba con sus pies, pero avanzaba lentamente como si flotara en una nube. Miraba a todas las personas como corrían para llegar a su destino observando preocupados sus relojes.

De pronto miró a Leonardo correr al igual que todos, pelear con alguien que se le cruzó en su camino. De repente su andar empezó a elevarse hacia las alturas y miró a toda la ciudad desde lo alto y pensó:

-Bella ¿Qué tiene de bella esta ciudad?. Siempre detrás de una nube gris. Todos a ganar algo para sobrevivir. De este lado siempre preocupados en como encontrar la formula para explotar a la gente, pobres se quedaran en ese mundo donde se sufre más pobre Leonardo.

De pronto se vió de nuevo en su cuarto y la sombra frente a ella.

-¿Verdad que deseas permanecer conmigo para siempre?.
-Sí, quiero estar contigo, abrázame fuerte.

La tomó de la mano y la atrajo hacía su pecho brindándole un abrazo muy, muy cálido; aquel abrazo que deseara durante tanto tiempo. La besó en la boca y la calidez de los brazos de él fue desapareciendo poco a poco, hasta convertirse en un abrazo helado, pero igual de reconfortante.
-Vamos es hora de partir Marlén.
-Sí, vamos.

En le rostro de Marlén había lágrimas, pero ahora eran de felicidad; volteo su rostro para ver por última vez su alcoba en donde tantas veces estuvo tan sola; luego vió su casa entera, el jardín, el techo, el árbol de a lado y después las luces de la ciudad entera; los cuerpos se perdieron en el cielo mientras se dirigían a la luna que los devoro y el viento sopló.
Y en la mañana.......

-Marlén, Marlén contesta, ¿Qué té pasa? ¿Qué? Estas muy fría, ¡Marlén que has hecho!.

El cuerpo de Marlén yacía sin vida en la cama su rostro reflejaba que había muerto sin dolor, una leve sonrisa se dibujaba en sus labios; sus negros ojos ya no se abrirían jamás, sólo se apreciaba ese marco obscuro alrededor de ellos, su cabello perfectamente acomodado a los lados en marcaba su bello rostro. Y en sus manos un frasco vacío de somníferos.

NO QUIERO QUE TE VAYAS


Sudoroso y atribulado, Juvencio caminaba presuroso rumbo a su casa, constantemente su antebrazo limpiaba el sudor de su frente que cada vez más se le hacia molesto e insoportable, nunca como ahora se le había hecho tan largo el camino de regreso a casa.

La parada del colectivo se hallaba a no menos de tres kilómetros de distancia de su casa, lo que para su condición de invidente eran una travesía considerable y llena de peligros que había superado con el paso de los años gracias a la destreza que había adquirido lo cual le había hecho prescindir de muchas cosas incluso de su lazarillo, un chamaco mugroso que en parte lo había abandonado debido a sus constantes arranques de furia. Siempre lo castigaba con un coscorrón que sonaba hueco en su pequeña cabeza si cometía un error.

-Pinche ciego ojalá se siguiera derecho en el camión-, pensaba mientras lo esperaba sentado en la esquina, pero sus deseos se borraban cuando el ciego Juvencio metía su mano a la bolsa para gratificarle por conducirlo hasta su casa.

Algunas ocasiones que había llegado con él en el camión, nunca se pudo explicar cómo el ciego Juvencio siempre y sin dudarlo, se paraba de su asiento sin vacilaciones una cuadra antes para descender correctamente en la esquina donde siempre lo esperaba.
La gente que lo conocía nunca dejaba de sorprenderse de esta rutina de horarios tan exactos y que por muchos años había seguido el ciego Juvencio; a algunos hasta cómico les parecía que antes de pedir la bajada siempre hacía el típico movimiento de asomarse primero como para “ver” si era la esquina correcta en que le tocaba descender.

-Yo digo que no esta ciego el cabrón, pinche payaso, por qué siempre se asoma para checar si es la esquina donde se baja.
-¡No mames, pues que no le ves sus ojos de canica gris!-Mira, no los volteará a propósito poniéndolos así de blanco
-No juegues con eso, Diosito te puede castigar, pues yo no sé, ¿pero sus ojos? y su bastón de madera entonces para qué son.-Pus sea lo que sea, yo digo que se hace güey.
-Oye, ya no jala a su esposa la cieguita-Es cierto, pero yo digo que los dos se hacen güeyes.

En efecto hacia algunos días que a Juvencio se le veía solo por las calles, cosa rara, decían las vecinas que inventaban miles y miles de historias.

-No comadre, pues yo digo que la perdió en el metro, con eso de que no ven yo creo que ella se siguió de filo en un vagón.
-Pus yo pienso que no Matildita, los ciegos son bien truchas, apoco no te has fijado como andan en el metro o aquí mismo en el barrio, dice mi hijo el Roman que desarrollan un sesto sentido que les ayuda a ver más que uno.
-Pus quien sabe, pero la última vez que la vi estaba muy desmejorada, se veía flaca, flaca y su boca estaba rete seca.
-Hay, pus yo no se ni que pensar, pero sólo la Virgen que lo ve todo, y hasta a los ciegos sabrá de la Manuelita.

Las comadres guardaron silencio ya que Juvencio se acercaba apresuradamente y jadeante las saludo a todas, como si hubiera visto a cada una, lo que estremeció a las comadres.

-Buenas tardes Matildita. Qué me dice del Roman doña Anselma, ya termina la carrera este año verdad. Por ahí me saluda a su señor doña Chalia.

Estupefactas, las comadres cruzaron las miradas y ninguna se atrevió a contestar se vieron envueltas en un silencio largo, jamás habían entendido cómo o por qué el maldito ciego siempre identificaba quienes y hasta en qué orden se encontraban.

-Hay Matildita, mis frijoles se me queman.
-Si pues, yo también me voy, ya mero llega mi viejo de la obra y yo ni frijoles en la lumbre tengo.
-Es cierto que tarde es, mi Romancito ya mero llega de la escuela y yo aquí tan campante.

Y en un solo movimiento cada quien se metió en su casa tan rápido como pudieron, de la misma forma en que los ratones asustados buscan su madriguera para protegerse del peligro.
Era extraño, pero el ciego Juvencio siempre despertaba un cierto temor en la gente, desde su llegada a esa barriada se había hecho respetar, un tanto por su condición de ciego y por que siempre se caracterizó por tener un genio de los mil demonios, aunque siempre respetuoso, era una amenaza cuando sentía que alguien le faltaba al respeto.

Principalmente los niños le temían, ya que nunca olvidaba a alguno que le quisiera hacer alguna mala pasada. En una ocasión a “El pichón“, el niño más temido del barrio, le arrancó un puñado de cabello cuando este quiso quitarle el bastón de las manos, ya que había apostado con la palomilla que lo haría y que se escaparía con el trofeo.

Tremendo error, Juvencio al sentir el jalón del bastón con la otra mano, en un movimiento como de rayo, se aferro de los mugrosos cabellos del Pichón, quien sorprendido comenzó a gritar desesperado y a tirar patadas que se perdían en el aire, así derrotado y de las greñas fue arrastrado hasta su casa para que su madre saliera y lo reprendiera fuertemente sin dudarlo ya que conocía de sobra la mala reputación que su hijo tenía en el vecindario.

Juvencio respiró profundamente al reconocer la puerta de su casa, un gran alivio lo invadió al entrar a su hogar, todos los peligros se habían quedado detrás de esa puerta.
Su cuerpo se desplomó en la primera silla que encontró, y por un instante se relajó por completo; el día había sido bueno se repetía constantemente, le dolía un poco la garganta, ya que las canciones que entonaba en los vagones del metro, ahora las cantaba solo por que su pareja no lo acompañaba.

Todo un día de ir y venir constante de vagón a vagón; de estación a estación de los apretujones de las horas pico en esta mugre ciudad que apesta, -ni ganas de saber como se ve, con sus olores me basta- pensó un poco fastidiado.

Él mismo se sorprendía de su capacidad de reconocer un olor a pesar de la mescolanza de aromas espesa y asquerosa que inundaban a los vagones del metro, podía percibir y diferenciar con olfato de perro los hedores de cada una de las personas que se apretujaban en el vagón.
El niño cagado que reclamaba a todo pulmón con su llanto que le cambiasen el pañal, el olor cremoso y dulzón de un oficinista, del fumador empedernido, del cabrón que no se baña pero que se lava la cara, y el olor a dulces de un niño gordo que se los atascaba en la boca produciendo un sonido extraño o el inconfundible aroma a fertilidad de una joven y fresca mujer que le había inquietado un poco; todo, todo lo podía percibir con ese extraño don que tenía.

De esta forma podía identificar a muchas personas; como a las viejas apestosas de sus vecinas que a su llegada siempre encontraba en el chisme, ocupándose de la vida de los demás; a cada una las reconocía por su olor y podía adivinarlo a distancia ya que sus propias casas mantenían su asqueroso olor característico.

-Manuelita-, pensó sobresaltado, y se paró bruscamente ya sin su bastón, pues en su casa se sentía en su elemento y de tres pasos llego hasta la recamara en donde Manuelita sobresaltada por el ruido se despertó bruscamente de su sueño.

-Juvencio pensé que nunca llegarías
-Cómo crees eso mi Manuelita, aquí estoy ¿cómo te sientes?
-Rete mal Juvencio, yo creo que si me debes llevar con el doctor, creo que tuve calentura, soñé que veía otra vez y que salía corriendo de aquí y….
-No, que doctor, ni que doctor, nadie te debe ver ni tocar, faltaba más; esos malditos matazanos quesque te revisan, pero a las mujeres solamente las tientan por puros ladinos, si no lo supiera yo mujer.
-Pero Juvencio, si el cuerpo es lo que curan y ese es su trabajo que más da si es de hombre o mujer
-¿¡Trabajo¡?, ni madres, primero muerto a que alguien más te toque.
-Pero me siento re mal, hoy no he ido al baño, siento como si me estuviera secando, y si me muero, ¿qué harás?.
-Pos no se, pero con este remedio que mi apá se tomaba te pondrás buena
-Pero si tu apá se murió de todas maneras y se tomaba su famoso remedio-Ya mujer no hables y tómatelo te sentirás mejor.
-No Juvencio, ya no me pasa no, no, no.

Sin atender el reclamo de la desmejorada mujer, Juvencio le dio por la fuerza aquel brebaje que el mismo preparó, no tenía mal sabor, pero realmente no le ocasionaba ningún bienestar y precisamente por eso Manuelita ya no deseaba más de ese líquido al que su esposo tuviera tanta fe. Ese momento para Manuelita fue muy duro, se sintió sin voluntad, un guiñapo; esa sensación solamente la había experimentado en el momento en que quedó ciega.

En aquella ocasión fue su madre la que sin ninguna consideración hacia ella, le provocó la ceguera a la tierna edad de 8 años; sus ojos siempre lagañosos le ardían, pero no era una enfermedad incurable como decía constantemente su madre, era por la falta de aseo. En su hogar siempre escaseaba el agua y cuando llegaba, salía de la manguera con un color café oscuro que le había ocasionado una infección en sus ojos que le provocaban ese malestar.

Para curarlo su madre siguió la recomendación de alguna "buena persona", quien le dijo que le aplicara jugo de limón en sus ojos durante todo un día, y así lo hizo sin hacer caso a sus reclamos y a sus gritos de dolor que poco a poco fueron disminuyendo, pues Manuelita ya no sintió nada en sus ojos que quedaron apagados para siempre.

-Eso mi Manuelita, ya ves como no te costó ningún trabajo
-Si Juvencio, si, pero de veras ya es suficiente. Bueno, duérmete otro rato Manuelita, voy a preparar algo para comer.

Manuelita ya no contestó, el leve esfuerzo que realizó para rechazar la "medicina milagrosa", la agotó y en cuanto cerró sus ojos sin luz se quedó profundamente dormida, gracias más a su debilidad que por la solución del remedio, como pensaba Juvencio.
Sin más, Juvencio preparó su comida, la engulló ávidamente y se dispuso a descansar, prendió un rato su pequeña y vieja grabadora y repasó un y otra vez las canciones que cantaría el día de mañana. Después de un rato considero que era suficiente, apagó su grabadora y se quedó profundamente dormido.

Su reloj interno le hizo despertarse, eran alrededor de las 5:30 de la mañana, se vistió sus viejas prendas, tomó su bastón y salió a la calle santiguándose como buen cristiano. Un viento helado le recorrió la espalda y recordó que no se había despedido de Manuelita, pero pensó que era mejor dejarla descansar.

Su rutina diaria no varió en lo absoluto, canción tras canción consiguió una muy buena ganancia que deseaba compartir con Manuelita al llegar a casa, que seguramente estaría ya muy repuesta si la suerte de este día le seguía sonriendo. Al emprender el regreso a casa, una extraña sensación le invadió su cuerpo, Juvencio no sabía si era de gusto o de nervios pero caminaba más rápido los trayectos habituales y su impaciencia se incrementaba cada vez más, el tiempo que esperó a que el colectivo se llenara de pasajeros se le hizo eterno y respiró aliviado cuando el camión se puso en marcha.

Las distancias para Juvencio nunca representaron un problema, recordaba que su padre siempre había procurado enseñarle todas las rutas posibles de los colectivos y líneas del metro de la ciudad desde pequeño. A diferencia de Manuelita, Juvencio había nacido ciego, según su padre por culpa de su madre que nuca dejó de beber aún cuando Juvencio no nacía. Según su padre esta mujer había sido el inicio y el final de los males de padre e hijo.

Por lo tanto el padre de Juvencio, sabedor de que algún día lo dejaría solo se había empeñado en enseñarle todo cuento él consideró necesario: cantar con la guitarra o sin ella, movilizarse entre la gente, reaccionar de la mejor manera ante el peligro y algo que Juvencio valoraba enormemente, el que su padre le enseñara a percibir con el tacto y el olor el estado de las cosas, ya fueran la comida o los lugares, de esta manera Juvencio logró crearse un mundo de olores, más que de texturas, gracias a esas enseñanzas que le dejara su padre.

Se acercaba ya a su destino, pensar en su padre y sus lecciones lo habían calmado un poco y el trayecto ya no se le hizo pesado, bajo del colectivo en la esquina habitual y emprendió la caminata a casa. El ambiente se le hacía muy extraño, era un de esas tardes en que nadie estaba en las calles ni los niños haciendo diabluras, ni las comadres chismorreando tonterías.

Sintió un leve bienestar, por no encontrar a nadie a quien saludar, llegó a su casa y la sintió diferente, un aroma extraño le inundo el cerebro y de inmediato pensó en su esposa.

-¡Manuelita!,- gritó con horror
Avanzó tan rápido que trastabillo con las mesas y las sillas golpeándose fuertemente en la espinilla y tragándose el grito de dolor, llegó torpemente a la habitación donde yacía Manuelita correctamente acostada, la cobija la cubría parcialmente, se adivinaba que había querido levantarse pues se había colocado su vestido, pero ese gran esfuerzo al parecer había sido el último.

Había resuelto acostarse para no despertar jamás, su cara huesuda era el mismo retrato de la muerte sus ojos opacos se habían quedado abiertos cómo si intentaran buscar entre su mundo de tinieblas un punto en el infinito que la guiara hacia la luz que perdiera cuando niña.
Juvencio se encontraba estático como una estatua, no se había equivocado, el olor que percibiera al entrara a su casa era el de la muerte, el mismo olor que inundó su casa cuando murió su padre.

En un torrente de sollozos se acercó lentamente a Manuelita para tocarla y horrorizado sintió la rigidez de su cuerpo, se apartó con un movimiento brusco y lleno de horror, sólo atinaba a girar sobre su propio eje sintiendo que enloquecía de dolor, por que a pesar de todo la amaba; no había nada más en su obscuro mundo que quisiera más que a su Manuelita.

Todos lo recuerdos se le agolparon en la mente: el momento en que la conoció por su voz aquella vez que llegó a comprar dulces al puestecito que ella y su madre atendían frente a la escuela de la colonia. Desde ese momento se volvió parada obligada para conversar con ella.

Su sorpresa y emoción se multiplicó por mil al saber que ella al igual que él era invidente, y en ese mismo instante se dijo así mismo que se casaría con ella; quería enseñarle todas aquellas habilidades y costumbres que él había aprendido en su mundo de oscuridad.

La conmoción que provocó en la familia de ella y en especial en su madre al darles a conocer sus intenciones de formalizar su relación fue enorme, nadie creía que dos invidentes podrían lograr una vida "normal"; la madre de Manuleita le repetía constantemente que lo pensara mejor, que ese ciego además era muy feo y que no tenía un trabajo estable, a lo que Manuelita siempre contestaba solamente con una leve sonrisa, y se decía a si misma:
-qué importa si es feo, si no puedo verlo, yo sólo quiero escucharlo, sentirlo… olerlo como él dice.

Todos los obstáculos a los que se enfrentó Juvencio no lograron que cambiara de parecer, su determinación que llegaba a la terquedad logro vencer la cerrazón de la madre de Manuelita quien terminó por aceptar que su hija tendría que irse, pues desde que le había prohibido frecuentarse con Juvencio había dejado de hablarle, obedecía dócilmente todo cuanto le pedía y lo que a su madre más le dolía y le hizo entender realmente que Manuelita estaba convencida de lo que quería, era que nunca demostró tristeza alguna; su rostro siempre estaba relajado con una leve sonrisa. La emoción que le produjo saber que Manuelita no lo rechazaba al momento de declararle su amor y al instante de pedirle matrimonio.

Todo se agolpaba en su mente como flachazos en esos instantes en que se quedo petrificado, y por fin logró acercarse al cadáver de Manuelita para abrazarlo y besarlo al mismo tiempo que lloraba sintiendo un dolor descomunal que le rasgaba el interior.
El tiempo siguió su marcha, una, dos horas; no sabía cuanto tiempo había transcurrido. La tormenta de sentimientos y sensaciones había pasado, se encontraba más sereno y sus manos recorrían constantemente el rostro de Manuelita. Impulsado como por un resorte se puso de pie cuando a su mente le llegó la idea de que al avisar a las personas tendría que separarse de ella para realizar los funerales y finalmente sepultarla.

Solamente con pensar en esta posibilidad, en su interior estallo una furia incontrolable que lo invadió como un incendio, apretó fuertemente sus puños y se dijo a si mismo:- ¿Sepultarla? ¡Jamás!, ¡jamás!

-Oiga comadre, esto esta muy raro, el ciego no ha salido de su casa en 3 días.
-¿Nadie lo ha visto?
-Ni luz del poca luz comadre.
-No dice don Jaco, el de la tienda, que lo vio salir el otro día.
-Pos es lo que dicen, pero pa´saber.
-Pos yo me acerqué a su casa y huele re gacho.
-¡Jesucristo sacramentado!, Pos no se ustedes, pero a lo mejor ya están muertos los dos y….
-Ni lo quera Dios comadre.
-Horitita mismo hay que avisara a la polecia.

Fuertes toquidos despertaron a Juvencio quien a gatas se escondió tan rápido como pudo en un rincón de su casa y ahí agazapado se armó con un grueso cuchillo y esperó la entrada de los intrusos.
La calle era un hervidero, todo mundo quería adivinar lo que encontrarían los policías, algunos a manera de concurso daban sus versiones para ver cual era la más creíble.

-Para mí que están muertos los dos.
-Yo creo que se fueron en la noche.
-No, acuérdate que la ciega estaba mal.
-Pos yo digo que están ahí adentro los 2.

La policía decidió tirar la puerta, y con un gran estrépito entraron al interior de la vivienda del ciego Juvencio, el primer cuarto se hallaba totalmente desordenado, de manera mecánica todos lo que entraron se llevaron la mano a la nariz para cubrirse, ya que el hedor en el interior de la vivienda era insoportable. El piso estaba cubierto por una capa blanca de cal, por lo que se podían ver por doquier algunas huellas impresas de pies desnudos.

-Comandante aquí esta el bulto de cal a la mitad.
-Si, ya lo vi, pa´ su madre, que pinche peste, rápido hay que encontrar el origen de este olor porque…….

El comandante no terminó de completar la frase pues Juvencio desde su escondite saltó hacia él de manera torpe tratando de enterrarle el cuchillo, pero cayó de bruces sin conseguir su objetivo y fue sometido rápidamente por los policías.
Al escuchar el ruido y los gritos provocados por la breve revuelta la gente se agolpó en la puerta siendo recibidos por el fuerte olor a descomposición que salía de la casa lo que origino una rápida huida de todos los curiosos que no quisieron volver a asomarse.

-¿Dónde está el cadáver cabrón?
-¡No se la lleven, no se la lleven!
-Entonces la mataste, ¿verdad?
-No señor, le juro que no.
-Comandante, venga a ver esto

Ya con Juvencio asegurado el comandante siguió a un policía al cuarto que se encontraba al final de la casa, visiblemente sorprendido el comandante observó el piso lleno de sangre coagulada y manchas verdosas con pequeños pedazos de carne en descomposición, parcialmente cubiertos por una capa de cal; sin decir más dio media vuelta y a punto de vomitar se dirigió a Juvencio.

-¿Qué le hiciste al cadáver?, ¡contesta!

Totalmente desconsolado y ahogado en llanto, solamente atino a señalar el refrigerador de donde se adivinaba un hilillo de sangre ya coagulado. El comandante con la mirada le ordeno a otro de los policías que abriera el refrigerador, y vacilante jaló la puerta y se descubrió su macabro contenido. Un brazo callo al piso, ocasionando que uno de los policías no aguantara más y saliera corriendo cubriéndose la boca, las piernas y el resto del cuerpo se encontraban correctamente colocados en el interior del refrigerador.

-¿Por qué la mataste?
-Yo no la mate, ella estaba enferma y se murió
-¿Y por qué la descuartizaste?
-Porque yo la quería
-¡Pues vaya forma de querer!
- Es que yo no quería que se la llevaran me quería quedar con ella
-Oiga Comandante falta la cabeza¿Dónde la tienes?

Nuevamente Juvencio sólo señaló hacia un rincón; dentro de una cubeta con cal se encontraba la cabeza de Manuelita, terriblemente desfigurada por la descomposición y aun con los ojos abiertos, cubiertos por una delgada capa de cal.