jueves, junio 22, 2006

EN ESTAS CALLES




Este cielo que nos mira llegar a nuestros puntos particulares caminando con nuestros amores a cuestas o con nuestros pasos solitarios.

Javier se encontraba de pie frente a la ventana, ese instante le provocaba una emoción intensa ya que la luz del sol rebotaba de manera mágica en la barda, el verano iniciaba ya y las lluvias provocaban en el cielo efectos extraños de luz.

Esa barda que rebotaba de manera intensa los rayos del sol, tenia un extraño fondo; las nubes que estaban de tras de esta, tenían un raro color azul oscuro, era una especie de marco que hacia resaltar mas los tabiques grises que se tornaban blancos con la luz del sol que se ocultaba detrás de las montañas en esa tarde maravillosa que a Javier le seguía emocionando de una forma especial.


Recordó que cuando se construía la casa su padre le recomendó dejar así esa ventana.

-No la tapes, en cierta época del año el sol llega aquí de una forma especial, déjala no te arrepentirás.

En ese momento en que las nubes anunciaban lluvia a lo lejos, recordó con cariño a ese viejo testarudo que siempre le enseñó pequeños grandes secretos como ese.

Los recuerdos completaron aquellos momentos de felicidad, pues todo el día había estado con Mariana, todo un día en que los dos solamente lo dedicaron a quererse, a hacer el amor una y otra vez, a platicar de una y mil cosas y del instante en que los dos decidieron escapar de su trabajo que se había vuelto monótono y sin sentido, esa mañana Javier le planteó no llegar a sus respectivas oficinas, y ella no dudó en responderle que si. Ambos necesitaban fugarse de esa cotidianeidad que rompieron de manera mágica al refugiarse en la casa de él.

Ahora Mariana se encontraba profundamente dormida en la cama, y al voltear a mirarla, Javier sintió nuevamente un cúmulo de sensaciones extrañas que le provocaron un nudo en la garganta, se sentía pleno, enamorado como jamás lo había estado, se sintió más feliz que nunca, aunque comprendía que la felicidad no era total y constante, sino los pequeños momentos que la vida ahora le regalaba; luchó tanto para que ella comprendiera que de verdad la amaba.

Al verla así en su cama, completamente desnuda no podía dejar de agradecer el instante que estaba viviendo, el cuerpo de Mariana se encontraba boca abajo, totalmente abandonado a sus sueños; Javier se sentó en un sillón que se encontraba de frente a la cama para admiras su piernas, sus glúteos y su espalda larga y perfecta que iluminaban de una manera especial los últimos rayos de sol de esa tarde de verano que auguraba una tormenta en la lejanía; la mitad del rostro de Mariana se asomaba entre la almohada y se encontraba parcialmente cubierto por su negro cabello. Javier sorbió un poco de café que se preparó con anterioridad y el placer que le provocó esa imagen fue indescriptible.

Descansó su cabeza en el respaldo del sillón y cerro los ojos, se vio caminar y viajar esas largas distancias que lo conducían a su trabajo, entes no le costaba tanto trasladarse de un lugar a otro en esta ciudad monstruosamente gigantesca, pero ahora la técnica de probar diferentes rutas ya no le funcionaba, todo de repente se tornó similar, aunque siempre veía rostros distintos no encontraba ya diferencia entre las personas que extrañamente no sonreían; semblantes secos e inexpresivos dominaban el ambiente y ya no le era extraño encontrase con alguien que hablaba solo refunfuñando con sus fantasmas.

Solamente le motivaba el hecho de que todos los días al finalizar su jornada, se encontraría con Mariana, al principio solamente coincidían ocasionalmente a la salida de su trabajo, una mirada cordial, a veces un saludo, pero nada más; desde que la vio por primera vez, le pareció alguien interesante. Mariana poseía una belleza especial, era alta y poseía una larga cabellera de un negro intenso que al recogerlo dejaba ver su cuello largo y sus hombros perfectos, su estilo no era el de las mujeres que gustaban de maquillarse, e indudablemente no lo necesitaba.

Por fin un día Javier decidió hablarle y prolongar el saludo a una plática que requirió sólo de algunos minutos, que poco a poco fueron cada vez más y más, pero Mariana siempre se mostró bastante evasiva, indiferente, como si esos encuentros realmente no fueran significativos para ella. De esta forma las largas travesías por esta gran ciudad adquirieron un nuevo significado para él, pues el hecho de encontrarla y platicar con ella tan solo unos breves minutos le habían regresado la esperanza y modificaron por completo esa rutina de la soledad en que se encontraba instalado desde hacia ya unos años.

Todo era muy extraño, en uno de esos días en que Javier decidió caminar por las calles para pensar, se dio cuenta que al día solamente la veía 20 o 30 minutos y con ese tiempo, ¡que estupidez! se había enamorado de ella, pero los breves instantes en que entablaban una conversación fueron suficientes para darse cuenta de su elocuencia, de su forma especial de ver la vida y de ese agradable sarcasmo con el que Marina concluía de manera categórica las situaciones del trabajo, de la vida, del país y sus gobernantes obtusos y mentirosos, de los que siempre decía con tristeza jamás hablarían ni representarían a la mayoría.

Pero a pesar de la melancólica pesadumbre con la que veía la vida no se sentía derrotada, por el contrario, le daba fuerzas para seguir y tenía puestas sus esperanzas en las personas, en su iniciativa por salir adelante a pesar de todas las malas pasadas que en los últimos años los gobernantes se habían encargado de sumir al país. Si, se repetía Javier constantemente, poco tiempo pero siempre sustancioso para conocer un poco de ella que a él le fue suficiente para comenzar a quererla.

El día en que la invitó a tomar un café se sorprendió mucho, pues Mariana no le contestó, solamente dio media vuelta y se alejo sin decir nada, simplemente le dibujó una leve sonrisa con la que le advirtió que no estaba dispuesta en ese momento ni nunca a aceptar una propuesta de ese tipo, hubiese preferido realmente que le respondiera con un frase llena de sarcasmo, de esas que la caracterizaban, pero no, lo dejo ahí de píe observando como se alejaba en un completo silencio con sus manos dentro de los bolsillos de su abrigo negro que le llegaba debajo de las rodillas y que solamente dejaba ver sus botas negras de gruesos tacones.

El hombre que vendía dulces afuera del edificio, y que era testigo involuntario de esas pequeñas pláticas lo observo muy atento, Javier al sentir esa mirada volteo rápidamente y se dio cuenta que el señor le sonreía levemente, y le comentó:

-No joven, Marianita necesita más que un café; más que una platicadita, creo que la quiere, verdad, pus le tendrá que batallar, le tendrá que batallar....

El viejo comenzó a aguardar la mercancía de su puesto para irse, Javier sintió la inmensa necesidad de preguntarle muchas cosas, pero se contuvo, le pareció odiosos el tono que el viejo utilizó, además estaba seguro de que quería intentarlo, de que por ese leve desaire no se daría por vencido, -es más, pensó en esa ocasión -esa es su forma de ser; que más da, no pierdo nada, en caso de no conseguir que me quiera, ganaré mas soledad- la miro nuevamente y Mariana se perdió poco a poco al final de la calle y en ese instante comprendió que la amaba, la amaba de verdad.

Cielo a donde nuestros suspiros y pensamientos se elevan, siempre testigo de nuestros aciertos, necedades y de nuestras convicciones aunque estas sean falsas.

Es absurdo pensar que en esta calles se cruzan miles de personas, cada una con una historia a cuestas que invariablemente quieren contar, pero no tienen a quien, y en parte es por la necedad de uno mismo que no nos deja compartir nuestros desconsuelos, a pesar de que esta ciudad esta repleta de vida cada una se encuentra sumida en una soledad injusta y egoísta, trayectos complicados, largas distancias para llegar cada quien a sus destinos, contribuían de manera innegable para crear este ambiente que dominaba a los pobladores de esta y otras grandes ciudades, y sin poder evitarlo Javier pensó que Mariana se encontraba dentro de esta dinámica que también respondía a una especie de autodefensa al no saber con quien podía toparse por lo que prefería estar sola, y recordó que alguna vez comentó:

-Solamente confío en mi sombra y sólo me confesaría antes de morir con la primera piedra que me encuentre al final de un camino en la montaña-.

Ahora Javier quería que sintiera que se podía escapar de ese ambiente en que la soledad era un refugio y en el que la melancolía para algunos sabía a gloría, quería que entendiera que él estaba dispuesto a compartir esos momentos en que el monólogo interno debía terminara para entonces intercambiar ideas y enterarla de su historia y saber más de la de ella, contarle a Mariana que a pesar de lo que pareciera el también se sentía sólo y en ocasiones fuera de esta absurda realidad en la que había aprendido a subsistir en base a un instinto de supervivencia propio de un animal solitario, y que a fuerza de estar constantemente en ese aislamiento se había dado cuenta que sería un tanto mejor compartir esos momentos de esteparia soledad.

Javier recordó que desde ese instante en que le propuso tomar el café no volvió a verla con tanta regularidad, en el transcurso de una semana sólo la vio en dos ocasiones, y ella solo lo saludo rápidamente para seguir su camino muy apresurada. A la hora de la salida, a pesar de que se quedaba largo rato esperando a que Mariana saliera, ella nunca apareció lo que le entristeció un poco, pero la sola posibilidad de que ella apareciera en esa puertas que daban acceso al edificio donde ambos trabajaban le mantenían ahí de pie un largo rato, pero esa espera comenzó a ser infructuosa, lo que realmente comenzó a desanimarlo.

Cielo que desde las alturas se enternece, se aburre y se alegra de nuestros gestos y sollozos.

Un día Javier salió de la oficina y no quiso esperarla más, había sido un día de esos en que aborreció la rutina de su trabajo, de la indecisión de su jefe por que no le gustaba un color del cartel o el tamaño del tipo de letra, tonterías que estancaban una y otra vez sus propuestas que siempre quedaban al gusto de alguien externo de su área que no tenia ni idea del uso del espacio ni de la teoría del color.

Decidió utilizar en esta ocasión el metro, la ciudad se encontraba cubierta por una lluvia constante que había durado horas y en especial en esa parte de la ciudad, parecía que caía mucho más agua de lo normal, por lo que el metro le pareció la mejor opción, en otra ocasión y claro con menos agua, le hubiera encantado caminar entre las gruesas gotas de lluvia para después guarecerse en el quicio de una puerta o toldo de alguna tienda para ver pasar la magia de la lluvia. Se internó en el metro y el bullicio de la gente le pareció algo distinto, siempre la lluvia provocaba en la gente otro ritmo par caminar y ocupar los espacios en el anden que parecían insuficientes cada vez que se acercaba a los vagones del metro.

Se colocó donde seguramente llegaría la puerta, lo que le facilitaría conseguir un asiento, ya que era el inicio del trayecto de esa línea del metro que siempre estaba atestada en los horarios de salida de las oficinas. El convoy salió del túnel y las puertas se abrieron antes de que se detuviera por completo por lo que el empujón de la multitud lo aventó hacia adentro lo que provocó que trastabillara, quiso reclamar pero sorprendido miro a Marina sentada en medio de los dos asientos y haciéndole señas para que se apresurara.

-¿Vienes del túnel?, ¡no lo puedo creer!.
-¿Por qué no? – le respondió Mariana -es mas cómodo, me vas a decir que tú nunca lo has hecho.
-Ha. ¡Claro! pero pensé que tu…
-Pues no pienses amiguito, y nunca prejuzgues a la gente de lo que pueda o no hacer, como ya te diste cuenta te puedes llevar ciertas sorpresas.

Mariana ya no dijo más, se quedó mirando a un tipo que cargaba un bulto muy grande que le estorbaba para acomodarse en el vagón que se llenaba cada vez más, con dificultades y un gran esfuerzo logró colocarlo en el piso, para usarlo como asiento y quedarse dormido profundamente; Mariana esbozó una sonrisa.

-Sabes, cada que observo a alguien hacer algo similar a lo que hizo este señor, no dejo de sorprenderme; somos capaces de entrar en lugares inimaginables y antinaturales con cargas como esa y dormir profundamente nuestro cansancio sin más ni menos.
-Pues si- respondió Javier –Aunque no se si sea una virtud o un defecto ocupar estos espacios antinaturales para descansar o no descansar, es difícil, no se me hace justo, a pasar de que podemos adaptarnos a situaciones extremas como esta, no es nuestra naturaleza, estamos ya muy alejados de ocupar nuestros momentos de descanso en un lugar que sea nuestro en su totalidad, y que podamos usarlo en el instante mismo que se nos antoje, y no tener que recorrer largas distancias para llegar y ocuparlo sólo por unas cuantas horas.

-Si, así es, pero creo que hay que aceptar esta realidad, no dejar que nos domine, no deambular por estas calles y evitar estas incomodidades que ponen a prueba nuestras virtudes y dejan que combatamos nuestros defectos. Este gigantesco espacio que representa esta mugre ciudad, hay que hacerlo nuestro, no hay que dejar que nos devore, entre más la camino, entre más me apropio de ella a costa de gastarme mis zapatos al caminar las calles o de gastar de más en pasajes o boletos del metro, me siento mas dueña de todo lo que me rodea, yo decido el rumbo y mis ojos se llenan de momentos como este en que el señor se las arregló para acomodarse en ese pequeño lugar.

Javier la miraba en silencio mientras asentía con la cabeza y pensó que tener la misma manía de caminar y viajar para no dejarse dominar por la cotidianidad era una agradable sorpresa, pensó que algo muy bueno podía resultar de esto, y se dijo así mismo -Si, somos enfermos del mismo mal.

-¿Qué pasó hoy, no te quedaste tanto tiempo en la entrada?, supongo que fue por la lluvia. El se quedó sorprendido y no atinó a responder de manera inmediata, se quedó por un momento pensativo.-Siempre me estuvo vigilando, siempre supo que estaba ahí.-¿Qué te pasa?, te quedaste dormido con los ojos abiertos o qué
-¿Eh?... no... lo que pasa es que me sorprendió mucho lo que me acabas de decir. Con una leve sonrisa y una mirada que a el le fascinaba le respondió:
-¿Por qué? pensabas que no me había dado cuenta.
-Si, así es, pensé que no lo notaste, ¿por qué ya no bajaste a la misma hora?
-¿Te tengo que responder?, le cuestionó de manera inquisitiva.-Bueno si tu no quieres, pues ni modo
-Pero si quiero hacerlo.

La gente se arremolinaba más y más haciendo imposible el descenso y el asenso al vagón del metro, la gente mojada y apretujada parecía resignada a padecer esos momentos de enorme incomodidad, pero ahora aderezada con la humedad de la temporada de lluvias, lo mismo de todos los días pero ahora con el inconveniente de los cuerpos mojados y la inevitable mezcla de olores al final de un día de trabajo, pero ahí estaban todos con la idea de llegar con el menor contratiempo a sus destinos, bueno si la lluvia se los permitía.

Y bajo ese escenario Mariana le confesó que no había bajado en el mismo horario de siempre porque, el trabajo se juntó; de un momento a otro a algún jefe del que no quiso mencionar el nombre se le había ocurrido sacar cosas que se encontraban estancadas desde hace tiempo y que en ese preciso instante le serian muy útiles a alguien más.

-Ya sabes como es esto, y todos los de mi área salimos muy tarde toda esa semana, era imperioso entregar ese encargo con los jefazos, sabes a veces no asimilo del todo esa lógica en que las cosas se tienen que hacer para satisfacer el capricho de otra gente que solamente usa el trabajo de los demás para su propio beneficio.
-Pues si es siempre complicado, pero ya vas a estar libre la semana que viene ¿o no?
-Pues no del todo, pero al menos ya no saldré tan tarde, qué, ¿me vas a invitar a tomar algo?Nuevamente Javier se sorprendió por el comentario de Mariana, pero esta vez no quiso que su sorpresa fuera tan evidente como la primera vez y le contestó rápidamente.
-Pues claro, realmente esa era la razón por la que te esperaba afuera de la oficina.
-Si me lo imaginé,-Bueno creo que fuiste un poco grosera al no contestarme aquella vez que te invite, ¿no?

Ella lo miro de una forma muy distinta a las anteriores, una extraña mezcla de enojo e incredulidad, pero a pesar de que Javier pensó que le contestaría aquella acusación de una forma no muy grata, ella le comentó que realmente no se le había olvidado aquella vez en que en realidad fue muy descortés.

Le explicó que últimamente no le agradaba la idea de ir a algún lugar con él o con cualquier otra persona; esa soledad en la que decidió refugiarse la hacía replegarse, así sin decir más, parecía que el desanimo le ganaba pero lo sentía necesario para enfrentarse diariamente así misma para reacomodar las ideas que en ese momento le hacían vacilar ante la idea de relacionarse sentimentalmente con alguien, ante el entorno del trabajo, la gente que la rodeaba y el lugar donde vivía; tan lleno de lugares vacíos a pesar de tanta gente, donde precisamente los espacios que siempre recorría se habían convertido en una jungla de lazos y mantas multicolores de los comercios ambulantes que se habían convertido en una especie de plaga que enfermaba a la ciudad. Pero comprendía que esos sitios que le daban color e identidad a las calles se habían transformado en una especie de oasis para la gente que solo buscaba tener una actividad para sobrevivir.

Y a pesar de que le disgustaba caminar entre puestos, el ruido de la música pirata los gritos y tumultos de la gente pensaba que era necesario, y pese a que no se sentía como una persona real consideraba preciso recorrer esos lugares para platicar, conocer las versiones de las personas y su historia particular de vida, y concluía que realmente esa gente no era del todo responsable por apropiarse de un sitio en esta gran ciudad que se transformaba lentamente en una especia de telaraña multicolor.

Si, le dolía tanto esta situación que no se sentía con ánimo de compartir con nadie esos momentos de soledad en los que encontraba muchas respuestas a sus interrogantes que de alguna manera con la presencia de alguien más no sería posible responder.

Pero extrañamente con Javier se sintió en confianza, la manera de mirarla, la paciencia y el respeto a lo que ella le argumentaba en sus conversaciones y la nula insistencia de él para platicar más de los acostumbrados 30 minutos, la hicieron comprender que realmente era una persona que respetaba los espacios, los tiempos, y opinión de los demás, tan poco valorados en esta época.

Eso realmente le había parecido muy importante y jamás noto un gesto de arrogancia en su actitud en general, algo que odiaba de las personas, pero al saber que ambos habían buscado respuestas a sus pesares de una forma similar, al conquistar primero sus miedos y fantasmas para darle sentido a sus ideas y a su forma de ser concluyó que podían entablar un dialogó más preciso.

El metro había avanzado lentamente, pero no les pareció tan pesado como otras veces ya que la plática que sostenían en ese instante era como un bálsamo que los tranquilizaba.
-En la temporada de lluvias siempre es así, el tiempo se vuelve tan relativo, las distancias mucho más largas, ¿no crees?
-Si es increíble lo que podemos esperar para pasar por una zona en donde el agua desaparece por completo el pavimento.

Este cielo que nos cubre a todos, que mira cómo nuestro andar se divide cuando cada uno toma su destino

Por fin llegaron a la estación en donde ambos descendieron con un poco de dificultad, la gente en un solo bloque se dispuso de manera firme a salir del vagón pues los que esperaban subir no habían dejado un espacio suficiente para el descenso, por lo que una pequeña batalla inició cuando las puertas se abrieron, entre jalones, codazos y empujones Mariana y Javier salieron de ese gran vagón anaranjado que se tambaleaba de un lado al otro por el peso de las personas que entraban y salían; después de un gran esfuerzo se detuvieron un momento para recuperar el aliento por la energía que utilizaron para escapar del interior del vagón donde por un momento parecía se quedarían atrapados y entre risas continuaron su camino.

-Bueno, entonces nos tomaremos el café mañana, ¿qué te parece?
-No, creo que no, todavía tenemos cosas que entregar, mejor el fin de semana, así tendremos más tiempo para platicar, ¿no crees?
-¡Me parece perfecto!, después nos pondremos de acuerdo
-Claro. Bueno yo aquí me quedo, nos vemos mañana
-Si esta bien, descansa y mañana platicaremos.
-De acuerdo y… no te aburras de tanto esperar eh.

Y después de esta frase y un beso en la mejilla, Marina se alejó con una sonrisa en los labios que a Javier jamás se le borraría de la mente; se quedó de pie y observó cómo se fue perdiendo entre la gente, siempre con ese estilo tan especial de caminar, con paso largos y firmes que parecía la hacían avanzar más rápido que los demás.

Y de esta forma Marina y Javier después de una semana de trabajo en que no fue muy distinta a las demás, salvo por le exceso de trabajo de ella, se reunieron por primera vez fuera del ambiente del trabajo de sus oficinas y del deprimente aspecto del edificio en que se encontraban trabajando desde hace ya algunos años, según cálculos de Marina cerca de 2 años y medio y Javier 6 años ya.

Aquel primer encuentro sirvió para que ambos practicaran su “viejo vicio”, como ellos le llamaron, de caminar por largo rato, para observar como las avenidas de su ciudad habían cambiado tanto, bajo el mito del desarrollo tan cantado por aquellos “promotores” de la “estabilidad social y económica” en el que el país navegaba desde hace algunos años, versión que se derrumbaba de manera ridícula, cuando al seguir por esas avenidas de la “prosperidad” se podía observar a gente pidiendo caridad para poder comer ese día, para ver como estas calles eran tomadas por gente que vendía una y mil cosas para sobrevivir, y hacer más que milagros para que con eso comiera la familia.

Además de toparse con gente que al caminar como ellos se encontraba sumido en sus pensamientos para inventar una nueva fórmula y hacer que el poco dinero que había ganado en la semana le rindiera lo más posible y no quedar corto en los gastos y endeudado como la mayoría de las veces. Y también ser testigos de la indiferencia, ¿y por qué no?, la inconciencia del que no carece de lo básico para vivir, del que no tiene ni idea de que cada día es una lucha constante por que el futuro no esta asegurado.

Imposible evitar estas realidades, pensaron los dos, pero a pesar de esto se sigue caminado, cada quien con su costal de problemas a cuestas, pero indudablemente cada quien procesando a su manera sus problemas para hacer más llevadera la existencia. Pero a pesar de esto se sentían parte de este gigantesco monstruo citadino que parece entregar solamente cosas desagradables, para el que no se atreve a recorrerlo y encontrar esos pequeños lugares que aun son una especie de refugio para escapar sólo por un momento de esa realidad tan abrumadora.

Precisamente la finalidad de sus andanzas había encontrado como objetivo principal la localización de esos lugares, muchas veces encontrados al azar y otras tantas gracias a la ayuda y la guía de otros viciosos que en su intento de no morir en la monotonía se habían avocado a buscar esta especie de pequeños oasis donde se podía borrar la presencia de uno mismo en esta metrópoli.

Marina y Javier, no necesitaron más que esa tarde para entender que verdaderamente podían estar los dos juntos y pensaron ¿por qué no?, por qué no compartir esos instantes que tanto tiempo disfrutaron por separado.En un instante en que los dos se detuvieron presas de un inercia que los había atrapado, se observaron con mucha atención; Javier era mas alto que ella por lo que su rostro se inclino levemente para mirar más a detalle su rostro que lo miraba sonriente y sin decir nada más se besaron tiernamente, un beso con el que sellaron una pacto que no necesitó de palabras para expresar lo que los dos comenzaron a sentir con tanta fuerza.

Cielo que de noche nos espera con nuestros temores, que nos cobija en nuestros más íntimos instantes y que nos regala el momento para nuestros sueños

-Javier, ¿Dónde estas?
-Aquí, ¿qué, no me ves?

Mariana se despertó de su profundo sueño, la ausencia de Javier y el calor de su cuerpo le hicieron tanta falta que al no sentirlo cerca hicieron que regresara para buscarlo; Javier la seguía observando con atención, Mariana hecho a un lado su cabello y se levanto de la cama, se puso de pie y con un movimiento felino estiro su cuerpo desnudo para salir de la somnolencia y con pasos lentos se enfilo al lugar donde se encontraba Javier para sentarse en sus piernas.

-¿Por que me dejaste?, no ves que me haces falta y aunque yo esté dormida, te quiero a mi lado.
-Solamente fui por un poco de café, y no te dejé estoy aquí, solo que quise observar como ese rayo de sol que se pierde avanzó lentamente por tu espalda.
-¿Y no se puso usted celoso de que el sol me manoseara?
-No, creo que soy afortunado por compartir tu cuerpo con el sol y creo que aprendí algo, por lo que mi próxima caricia será similar o mejor a la de él.
-Pues no se siente en sus manos gran diferencia señor aprendiz del sol.

Mariana se rió de buena gana y las manos de Javier comenzaron a recorrer sus piernas, sus glúteos y su espalda de una forma lenta e intensa.

-Creo que es usted muy buen alumno. Oye, me pareció verte de pie frente a la ventana
-Si, el sol me regalo varias cosas esta tarde, ves la barda que esta enfrente
-Si
-Pues me la pinto de un color extraño, que me recordó la tarde en que los dos salimos por primera vez.
-Hay, tu y tus nostalgias.
-Pues si, pero ahora estamos juntos, que mas puedo pedir, sabes me siento muy raro.
-¿Por qué?
-Es que nunca había experimentado esta sensación de plenitud y todo es gracias a ti y estos momentos.
-Pues yo me siento igual, y es gracias a tu terquedad de esperarme tanto, pero sabes, todo esto vale tanto la pena.
-Si Mariana, te quiero.
-Yo también Javier
-Mañana a donde iremos a caminar-
No se Javier, sólo dejemos que nuestros pasos nos lleven a donde quieran.

Javier y Mariana se quedaron ahí abrazados, en ese instante decidieron que no se separarían jamás aunque no lo dijeron, estaban convencidos de que así sería, el sol se había perdido ya en el horizonte y la lluvia comenzó a caer afuera convirtiéndose en testigo de la unión de dos seres que después de experimentar la soledad se encontraron para amarse y compartir su vida en estas calles de las que eran dueños.

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