miércoles, junio 21, 2006

ABRÁZAME FUERTE





Un día más terminaba en esta gran ciudad; en el cielo esa línea que separa la luz de la obscuridad aparecía muy marcada, las penumbras comenzaban a reinar y devoraban cualquier rayo de luz. Marlén salió del trabajo y decidió caminar, quería escapar de ese encierro que la agobiaba, de esa soledad que sentía cada día más y más desde que se casó con Leonardo.

Su mirada estaba enmarcada por tenues ojeras que resaltaban la negrura de sus ojos, y su pálido rostro denotaba una gran pesadez; una tristeza infinita. No percibió cuanto había caminado al salir de su trabajo, sus pensamientos le hicieron perder la noción del tiempo.

-¿Qué pasa con nosotros, por qué ya no me pregunta mis inquietudes mis deseos?. Él no era así, desde que entró a trabajar para esa empresa, todo cambió tan drásticamente; ni una caricia ni una mirada.-

Se detuvo un instante, para reconocer el lugar donde se encontraba y tomó un taxi hacia su casa.
Al llegar a su “hogar”, lo notó más obscuro y sin alma, sus pasos se escuchaban huecos, más que nunca se sintió sola y deseó intensamente que alguien la abrazara.

-Dinero, todo es dinero para él, parece como si hubiese vendido su alma por trabajar ahí.-
Encendió la televisión para ver algo que la distrajera, pero no pudo.

-“El país sigue su recuperación pero tendremos que hacer un gran esfuerzo, nos espera un año muy difícil, declaró...”. -Maldita sea todo gira en torno del dinero nada se puede hacer.
Se levantó bruscamente de su sofá y se dirigió a su recamara con un nudo muy grande en su garganta. Ya dentro, sintió una presencia extraña, se sintió observada, quiso eliminar esa sensación, se cambió de ropa y se metió a la cama, tan fría que por un instante deseó salir pero permaneció en ella.

-Qué diferente era antes, si Leonardo llegaba siempre traía algo. Ahora su mirada ha cambiado, este mismo cuarto me parecía maravilloso lo decoramos entre los dos, pero...

En ese instante escucho el ruido del coche de Leonardo; no sintió emoción alguna, sabía el ritual; se escuchó la puerta que se abría, y los pasos se dirigieron hacia la recamara, Marlen tenía la luz apagada.

-Si quieres, puedes prender la luz.
-No, con la luz de la luna basta.
-Quieres algo de comer, en la....
-No, comí con el Licenciado Alcántara, estamos preparando muchas cosas, y ya no hables, tengo dolor de cabeza; fueron muchas presiones el día de hoy.

Marlén sintió que era el último esfuerzo para poder acercase a Leonardo y sus negros ojos se llenaron de lágrimas que resbalaron poco a poco por sus blancas mejillas. Sintió frío, mucho frío, hacía tanto tiempo que no recibía el calor de una noche de amor. Miró a la luna que se asomaba plena en la ventana como si esta pudiera darle la solución para poder escapar de esa situación. Con el sufrimiento atorado en la garganta, el sueño la atrapó.

De pronto, Marlén se despertó en medio de una neblina abundante que cubría el suelo, pero se encontraba en su propia habitación.

-¿En dónde estoy?, Leonardo ¿En dónde estás? ¿Qué pasa?.
Una voz varonil la saludó pero no alcanzaba a observar su rostro, pues la luz de la luna le daba en la espalda pero podía ver que era muy alto y delgado.

-Hola Marlén, estas muy sola verdad, no te preocupes, con migo jamás lo estarás, anda ven

Marlén no supo que contestar, pero sintió una especie de emoción al ver que la sombra comenzó a caminar hacia ella y pensó.

-Qué alto y su olor, su olor ¡ahhhhh! Pero no, no, no puedo.
-¿Leonardo dónde estás?.
La sombra avanzó y al llegar a los pies de la cama.

-HAAAAAAAAAAA! Era una pesadilla, era una pesadilla.
-¿Qué pasa? ¿Por qué gritas? Te dije que me duele la cabeza.
-Tuve una pesadilla alguien estaba aquí y...
-Ya mujer duérmete, me tengo que levantar muy temprano necesito descansar; me espera mucho trabajo mañana.

Marlén se quedó muy pensativa ya no estaba asustada el aroma que percibió en su sueño parecía flotar en la habitación y sintió un poco de placer.

-Me dijo que a su lado no estaría sola jamás-

Sin saber por qué, la idea se le quedó grabada, y sus ojos se le cerraron lentamente. Al día siguiente la rutina parecía más monótona; Leonardo se bañó, sorbió un poco de café y se marchó sin despedirse. Marlén salió detrás de él, pero no se dirigió a su trabajo, quiso caminar y caminar, así lo hizo.

El día estaba nublado, todo le parecía lejano muy lejano; ese aroma del sueño no se había borrado de su mente; sentía que no caminaba con sus pies, pero avanzaba lentamente como si flotara en una nube. Miraba a todas las personas como corrían para llegar a su destino observando preocupados sus relojes.

De pronto miró a Leonardo correr al igual que todos, pelear con alguien que se le cruzó en su camino. De repente su andar empezó a elevarse hacia las alturas y miró a toda la ciudad desde lo alto y pensó:

-Bella ¿Qué tiene de bella esta ciudad?. Siempre detrás de una nube gris. Todos a ganar algo para sobrevivir. De este lado siempre preocupados en como encontrar la formula para explotar a la gente, pobres se quedaran en ese mundo donde se sufre más pobre Leonardo.

De pronto se vió de nuevo en su cuarto y la sombra frente a ella.

-¿Verdad que deseas permanecer conmigo para siempre?.
-Sí, quiero estar contigo, abrázame fuerte.

La tomó de la mano y la atrajo hacía su pecho brindándole un abrazo muy, muy cálido; aquel abrazo que deseara durante tanto tiempo. La besó en la boca y la calidez de los brazos de él fue desapareciendo poco a poco, hasta convertirse en un abrazo helado, pero igual de reconfortante.
-Vamos es hora de partir Marlén.
-Sí, vamos.

En le rostro de Marlén había lágrimas, pero ahora eran de felicidad; volteo su rostro para ver por última vez su alcoba en donde tantas veces estuvo tan sola; luego vió su casa entera, el jardín, el techo, el árbol de a lado y después las luces de la ciudad entera; los cuerpos se perdieron en el cielo mientras se dirigían a la luna que los devoro y el viento sopló.
Y en la mañana.......

-Marlén, Marlén contesta, ¿Qué té pasa? ¿Qué? Estas muy fría, ¡Marlén que has hecho!.

El cuerpo de Marlén yacía sin vida en la cama su rostro reflejaba que había muerto sin dolor, una leve sonrisa se dibujaba en sus labios; sus negros ojos ya no se abrirían jamás, sólo se apreciaba ese marco obscuro alrededor de ellos, su cabello perfectamente acomodado a los lados en marcaba su bello rostro. Y en sus manos un frasco vacío de somníferos.

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